campanella20_Brent StirtonGetty Images_essential workers Brent Stirton/Getty Images

La venganza del precariado

TURÍN – Antes de la pandemia del COVID-19, se suponía que el papel de la mano de obra poco calificada en la economía estaba en caída. En los mercados laborales alterados digitalmente, donde las profesiones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas) bien remuneradas tienen un lugar de privilegio, sólo los profesionales altamente calificados pueden prosperar. Aquellos con empleos amenazados por las nuevas tecnologías están condenados a la precariedad, los despidos, la movilidad descendente y la caída de los niveles de vida.

La pandemia ha desmentido en parte este discurso, revelando qué trabajadores son realmente esenciales. Resulta ser que todavía no existen buenos sustitutos tecnológicos para los barrenderos, los vendedores, los trabajadores de servicios públicos, los repartidores de comida, los choferes de camiones o los conductores de ómnibus que han mantenido la economía en funcionamiento en los días más oscuros de la crisis. En muchos casos, estos trabajadores realizan tareas que exigen una adaptabilidad situacional y determinadas capacidades físicas que no se pueden codificar fácilmente en un software ni pueden ser replicadas por un robot.

El hecho de que estos trabajadores menos calificados sean resilientes a las nuevas tecnologías no debería sorprender. Las revoluciones industriales previas siguieron un patrón similar. Como mínimo, a los trabajadores humanos, por lo general, todavía se los necesita para supervisar, mantener o complementar a las máquinas. Y, en muchos casos, desempeñan un papel clave en los nuevos modelos de negocios disruptivos de una era determinada. El desafío siempre ha consistido en cerrar la brecha entre el valor social que crean estos trabajadores y los salarios que perciben.

https://prosyn.org/tPesl3res