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Los gobiernos deben alzarse en defensa de la salud

GINEBRA – Hace apenas un siglo que la epidemia de gripe española se propagó por todo el mundo y mató a decenas de millones de personas. Mucho antes de la llegada a la luna, de Internet o del descubrimiento del bosón de Higgs, el mundo estuvo a merced de una enfermedad que atacó indiscriminadamente y no respetó las fronteras nacionales. La epidemia exigió una respuesta absolutamente extraordinaria.

Cien años después, las enfermedades contagiosas siguen atravesando fronteras más rápido y de manera más eficiente que la gente o los bienes. Pero otras epidemias, de enfermedades crónicas y no transmisibles (ENT), también son un flagelo para las comunidades de todo el mundo. En verdad, en términos de escala del sufrimiento humano y de los costos para la sociedad, estas enfermedades pueden ser inclusive más devastadoras que sus contrapartes contagiosas.

En la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, los jefes de Estado globales se reúnen el 26-27 de septiembre para resaltar dos amenazas importantes para la salud. En el primer día, discutirán estrategias para poner fin a la tuberculosis (TB), una bacteria antigua que sigue siendo la enfermedad infecciosa más letal del mundo. La TB se cobra más de 4.000 vidas por día y está entre las diez causas principales de muerte a nivel global. Para agravar aún más las cosas, también es una causa importante de muerte asociada con la resistencia antimicrobiana, así como el principal asesino de la gente con VIH.

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