Gas mask

La crónica lluvia química de Siria

LA HAYA – El fracaso de la comunidad internacional para poner fin a la guerra civil siria es una tragedia, especialmente para los habitantes de ese país, que sufren desde hace tanto tiempo. En cierto sentido, la acción multilateral ha logrado un impacto claramente positivo: la eliminación del programa de armas químicas del gobierno sirio. Sin embargo, persisten los informes que indican que el uso de armas químicas —incluida la mostaza sulfurada (habitualmente conocida como gas mostaza) y las bombas de gas de cloro— continúa contra civiles en Siria.

No podría haber más en juego. Los causantes de esos ataques deben ser identificados y juzgados. Dejar sin castigo el uso de armas químicas no solo podría revertir uno de los pocos avances promisorios del conflicto sirio, sino que amenaza también con socavar las normas internacionales sobre el uso de gases tóxicos y agentes nerviosos, aumentando la posibilidad de que sean utilizados en ataques terroristas.

En agosto de 2013, misiles cargados con el mortífero gas sarín golpearon Guta, un suburbio controlado por los rebeldes cerca de Damasco. Horribles imágenes de mujeres y niños que morían agónicamente movilizaron al consenso internacional contra el uso de este tipo de armas. En octubre de 2013, después de la adhesión de Siria a la Convención sobre Armas Químicas, una misión conjunta de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas y las Naciones Unidas fue asignada para eliminar el arsenal químico de ese país y sus instalaciones de producción.

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