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La urgente necesidad de arreglar nuestros sistemas de alimentación fallidos

LAGOS – En varios países los precios de los alimentos están subiendo a máximos históricos a causa de factores como el cambio climático, los conflictos violentos, la pandemia del COVID-19 y las disrupciones en las cadenas de suministro. Esta tormenta perfecta ha expuesto las ineficiencias y fallos de los sistemas de suministro globales, haciendo que algunos adviertan de una inminente crisis alimentaria.

En septiembre pasado, una cumbre de las Naciones Unidas reunió a actores clave de los ámbitos de la alimentación y la agricultura, produciendo nuevos compromisos nacionales e internacionales para mejorar los sistemas alimentarios para la gente y el planeta.  Las cinco Vías de Acción de la cumbre identificaron potentes soluciones para acabar con el hambre y la malnutrición, y asegurar la sostenibilidad ambiental a lo largo de las cadenas de suministro alimentario. Los gobiernos y las empresas tuvieron una oportunidad ideal -muy poco antes de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26) de la ONU, celebrada en Glasgow en noviembre- para actuar decididamente para transformar los sistemas alimentarios.

Esa oportunidad no se aprovechó. Pero con el tiempo agotándose en el crítico Decenio de Acción sobre la Nutrición de la ONU, que abarca de 2016 a 2025, debemos medir los avances en meses, no años… y la COP26 en gran medida relegó los sistemas alimentarios a los márgenes. En las negociaciones climáticas de la ONU, el carbón, los coches, los árboles, el cemento y el acero –y el dinero- siguen captando la atención política y mediática, mientras que, en general, se pasa por alto la urgente necesidad de cambiar la manera en que producimos y consumimos nuestros alimentos.

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