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Cómo estabilizar el Cuerno de África

ESTRASTURGO – Después de casi dos décadas de ser un estado fallido desgarrado por la guerra civil, tal vez el mundo debería empezar a admitir que Somalia -en actual proceso de construcción- está más allá de toda reparación.

Parte del país, sin embargo, cumple con un estándar al menos básico de gobernancia. La región más al norte, Somaliland, situada estratégicamente en la boca del Mar Rojo y hogar de aproximadamente 3,5 millones de los 10 millones de habitantes de Somalia, es más o menos autónoma y estable. Pero esta estabilidad alimenta los temores de que el pueblo de Somaliland active la declaración de independencia que adoptó en 1991.

A fines de septiembre, Somaliland realizará su tercera elección presidencial -las dos primeras han sido abiertas y competitivas-. A diferencia de muchos países en desarrollo, aceptará que observadores extranjeros supervisen las elecciones aunque, desafortunadamente, la mayoría de los países y agencias occidentales se mantendrán alejados, por miedo a que su presencia sea vista como una legitimación del gobierno de facto de Somaliland.

Sin embargo, la posición estratégica de Somaliland cerca de las principales rutas de transporte de petróleo del mundo, hoy plagadas de piratas, y el caos en el sur del país, implican que ya no debería descartarse la independencia como inalcanzable. De hecho, tras una misión de investigación en 2007, está surgiendo un consenso dentro de la UE de que un país de la Unión Africana debería ser el primero en reconocer la independencia de Somaliland. Un informe de 2005 de Patrick Mazimhaka, ex vicepresidente de UA, ofrece cierta carta blanca para que esto suceda, ya que Mazimhaka señala allí que la unión en 1960 entre Somaliland y Somalia, tras el retiro de las potencias coloniales (Gran Bretaña e Italia) nunca se ratificó formalmente.

Etiopía es el candidato obvio para encabezar el reconocimiento, dados sus temores respecto de un malestar jihadí dentro de Somalia. Es más, Etiopía, al no tener salida al mar, utiliza ampliamente el puerto de Berbera en Somaliland. Sin embargo, Etiopía puede dudar, ya que teme que reconocer formalmente la independencia de Somaliland pueda socavar el frágil Gobierno Federal Transicional respaldado por Occidente. Pero, dado que el nuevo presidente de Somalia, el jeque Sharif Sheikh Ahmed, fue jefe de las Cortes Islámicas, Etiopía puede elegir el status quo actual en Somaliland con el sueño de estabilizar a Somalia.

El principal obstáculo regional para el reconocimiento es Arabia Saudita, que no sólo se opone al modelo secular y democrático promovido por Somaliland, sino que es un fuerte aliado de Somalia, que es miembro de la Liga Árabe (a pesar de no ser árabe) y de la Organización de la Conferencia Islámica. Arabia Saudita respalda al Gobierno Federal Transicional financiera y políticamente. La presencia saudita en Somaliland osciló entre prohibir importaciones de ganado entre 1996-2006 hasta amenazar con rechazar los pasaportes de Somaliland de los peregrinos Hajj.

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Cuando el pueblo de Somaliland vote a fines de septiembre, no estará decidiendo explícitamente sobre la secesión, pero su esfuerzo estable por fortalecer el estado en verdad amplía sus reclamos de independencia. De manera que, dos años después de la independencia de Kosovo, y un año después de que las tropas rusas desgarraran a Abjazia y Osetia del Sur de Georgia, es hora de que los diplomáticos y los estadistas ofrezcan ciertos lineamientos respecto de cuándo y en qué circunstancias es posible que la secesión resulte aceptable.

¿Algún grupo autoproclamado en alguna parte tiene derecho a declarar la independencia? Si fuera así, las partes más ricas de cualquier país podrían decidir independizarse, empobreciendo así a sus compatriotas. Aún si se descarta la ambición como un motivo aceptable, a favor del nacionalismo étnico-cultural tradicional, una profusión de pequeños estados tribales podría hacer del mundo un lugar mucho más inestable.

Es más, ¿alguien querría, por ejemplo, que China regresara a los años de caudillismo sangriento de principios del siglo XX? Muy probablemente no. En consecuencia, se necesitan principios claros, ya que ni la autodeterminación ni la inviolabilidad de las fronteras nacionales pueden considerarse sacrosantas en todos los casos.

De manera que permítanme delinear algunos principios básicos:

·        Ninguna fuerza exterior debería alentar o desalentar la secesión, y las barreras para el reconocimiento de la secesión deberían ser altas. La secesión en sí misma no es ni buena ni mala: como el divorcio, puede hacer que la gente esté más o menos contenta.

·        Una declaración de independencia debería ser reconocida sólo si una clara mayoría (muy por encima del 50% más uno de los votantes) la han elegido libremente -lo ideal sería en un referendo imparcial.

·        El nuevo estado debe garantizar que todas las minorías que conlleva -digamos, rusos en los estados bálticos o serbios en Kosovo- sean tratadas decentemente.

·        Los secesionistas deberían tener que demostrar razonablemente que son un grupo nacional que, en lo posible, gozó de un autogobierno estable en el pasado en el territorio que reclaman. Las naciones no necesitan tener una base étnica; pocas la tienen plenamente. Pero la mayoría de las naciones están unidas por el idioma, una historia compartida de opresión o alguna otra fuerza de la historia.

Teniendo en cuenta este parámetro, reconocidamente subjetivo, Somaliland califica como nación. Fue brevemente independiente (durante cinco días) en 1960 después del retiro británico, antes de unir su suerte a la del sur antes en manos de los italianos, una decisión que su pueblo lamentó desde entonces. En este breve período, 35 países, entre ellos Egipto, Israel y los cinco Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad, reconocieron a Somaliland diplomáticamente (lo curioso es que Israel fue el primero en hacerlo).

Si las inminentes elecciones multipartidarias de Somaliland son razonablemente justas y abiertas, el mundo exterior, incluyendo la UA y las Naciones Unidas, tendrán que reconocer su estatus, que ha sido chapuceado desde el colapso del régimen de Siad Barre en 1991. Los tres partidos de Somaliland que se disputan la inminente elección tienen una postura firme respecto de su voluntad de reconocer la independencia de la región, que fue confirmado abrumadoramente por un referendo en 2001. De modo que no se trata de que un clan o facción le imponga la independencia a los demás.

En vista del interés de todas las grandes potencias del mundo en la estabilización del Cuerno de África, parece que se estuviera avanzando hacia la aceptación de los reclamos de Somaliland. Una Somaliland independiente podría ser una fuerza de estabilidad y buena gobernancia en una región de lo contrario desahuciada. De manera que el mundo tal vez pronto tenga que comprobar si los polémicos principios que implementó en Kosovo tienen el mismo significado en África.

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