La fatiga de Solidaridad

La democracia deslustra a sus héroes de manera tan inexorable como las revoluciones devoran a sus hijos. Por 25 años, los líderes de Solidaridad personificaron las cualidades que se necesitaban para ganar la lucha de Polonia por la democracia: una valentía de hierro de cara al Leviatán comunista, y magnanimidad y una lúcida determinación durante la transferencia del poder. Todos estos eran atributos grandes y nobles que hoy parecen notablemente superfluos para la mayoría de los polacos.

Esta es la triste lección de las elecciones parlamentarias de hace dos semanas, y de la incierta elección presidencial del domingo (que se decidirá en una segunda vuelta entre Donald Tusk y Lech Kaczynski el 23 de octubre). No hay duda de que la alianza de comunistas y poscomunistas que ha dominado la política polaca desde 1989 sufrió un repudio general: la izquierda obtuvo apenas un 11% de los votos en las elecciones parlamentarias, pero la vieja guardia de Solidaridad también ha sido dejada de lado. Polonia anhela algo nuevo.

Las últimas elecciones polacas fueron las primeras en donde la izquierda poscomunista pasó a ocupar un lugar de poca relevancia. Los poscomunistas saben que ya no pueden sobrevivir únicamente por su tradición de organización y disciplina, de modo que han escogido un líder de 34 años, inteligente y atractivo. No tiene ningún vínculo con la era comunista y ha sacado a todos los antiguos miembros del Partido de los puestos importantes, e incluso evitó que el ex Primer Ministro Leszek Miller fuera candidato al parlamento.

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