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El fin de las redes sociales reales

CAMBRIDGE – No sólo miles de millones de personas en todo el mundo no se despegan de sus teléfonos móviles, sino que la información que consumen ha cambiado drásticamente –y no para mejor-. En las plataformas de redes sociales dominantes como Facebook, los investigadores han documentado que las falsedades se propagan más rápido y más extensamente que contenidos similares que incluyen información precisa. Si bien los usuarios no piden desinformación, los algoritmos que determinan lo que la gente ve tienden a favorecer el contenido sensacionalista, impreciso y engañoso, porque eso es lo que genera “engagement” (compromiso) y así ingresos publicitarios.

Como observó el activista de Internet Eli Pariser en 2011, Facebook también crea burbujas de filtros, que permiten que sea más probable que a los individuos les llegue contenido que refuerza sus inclinaciones ideológicas y confirma sus sesgos propios. Y una investigación más reciente ha demostrado que este proceso tiene una influencia importante en el tipo de información que ven los usuarios.

Aun dejando de lado las opciones algorítmicas de Facebook, el ecosistema de redes sociales más amplio le permite a la gente encontrar subcomunidades alineadas con sus intereses. Esto no necesariamente es algo malo. Si uno es la única persona en su comunidad interesada en la ornitología, ya no tiene que estar solo, porque ahora puede conectare con entusiastas de la ornitología de todo el mundo. Pero, por supuesto, lo mismo se aplica al extremista solitario que ahora puede usar las mismas plataformas para acceder a un discurso de odio y teorías conspirativas y luego propagarlos.

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