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La economía y las guerras culturales

LONDRES – Siempre critiqué a la economía por su falta de realismo, y por crear «modelos» de la conducta humana que son en el mejor de los casos caricaturas, y en el peor parodias de la realidad. En mi reciente libro What’s Wrong with Economics? [¿Qué anda mal en la economía?], sostengo que en su intento de formular leyes universales, los economistas han ignorado deliberadamente las particularidades históricas y culturales.

Una descripción brillante de esta ceguera la dio el economista y sociólogo Thorstein Veblen. En un artículo de 1908, Veblen imaginó a economistas tratando de explicar la conducta de «una banda de nativos de las islas Aleutianas que barrieran las algas y el oleaje con rastrillos y conjuros mágicos en busca de mariscos» en términos de maximización de la utilidad.

En el siglo XVIII, los profesionales de la economía (el estudio de las formas en que la gente encara la tarea cotidiana de ganarse la vida) decidieron poner sus indagaciones en la línea de las ciencias «duras», sobre todo la física, en oposición a las ciencias «sociales» como la historia. Ambicionaban crear una «física» de la sociedad, en la que las estructuras sociales estuvieran tan sujetas como las naturales a leyes invariables. Fue así que la ley de la gravedad, que explica las órbitas de los planetas alrededor del Sol, halló en economía un correlato en la ley del interés propio, que garantiza el equilibrio de los mercados.

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