Libertad para las universidades

Después de las pensiones y la atención a la salud, la educación es el tercer servicio público importante que se encuentra en graves aprietos en muchos países, principalmente en Europa. La orgullosa Alemania, inventora del sistema moderno de universidades que el mundo conoce actualmente, ve ahora que sus estudiantes ocupan los últimos lugares en pruebas de conocimientos y competencia. La naturaleza del problema en la educación superior es similar al que afecta a todos los servicios públicos: un crecimiento enorme de la demanda que las arcas públicas ya no pueden cubrir.

Esto significa, ante todo, que a las clases medias se les está pidiendo (o se les pedirá pronto) que contribuyan más para cubrir los costos de esos servicios, ya sea a través de impuestos más elevados o de la privatización de las cargas financieras. Las pensiones privadas adicionales en Alemania, los crecientes cobros por la atención a la salud en todas partes y las "cuotas complementarias" para los estudiantes universitarios en el Reino Unido se han convertido en temas políticos candentes que acosan a los gobiernos en casi todas partes. En gran medida, los remedios rápidos que han impuesto hasta ahora no han sido muy exitosos.

En el caso de la educación superior existe, por supuesto, una alternativa. Ante la falta de fondos suficientes, se puede simplemente dejar que las universidades se deterioren. En el continente europeo eso ha estado sucediendo desde los años setenta. Aulas sobrepobladas, frecuentemente en espacios físicos inadecuados y sin el equipo necesario han conducido a periodos de estudio cada vez más prolongados, a un deterioro en la calidad de los grados y a mucha insatisfacción tanto entre profesores como entre alumnos. En el Reino Unido, donde eso no sucedió durante los setenta y los ochenta, todo lugar disponible en las universidades se pudo haber ocupado con europeos continentales que trataran de escapar del deterioro de las instituciones en sus países.

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