Asegurar el futuro energético de Europa

La mayoría de los europeos coinciden en que la energía confiable, costeable y sostenible es crucial para la seguridad y la prosperidad de Europa; que la energía se puede utilizar como un arma política, como cuando Rusia interrumpió el suministro de gas a Ucrania en enero de 2006; y que Europa es demasiado dependiente de los suministros de energía de países o regiones antidemocráticas e inestables. Sin embargo, a pesar de la amplia coincidencia sobre estas cuestiones, existe poco consenso respecto de cómo afrontarlas.

Lo que se necesita con urgencia es audacia y consenso, y quienes dudan de que Europa es capaz de ambas cualidades pueden cobrar ánimo a partir de dos decisiones recientes de la Comisión Europea: una propuesta políticamente ambiciosa para forzar la separación completa de las redes de oleoductos y cableados de las compañías que suministran gas y electricidad; y una propuesta para que Gazprom y otras empresas no pertenecientes a la UE puedan controlar los activos energéticos de la Unión sólo si cumplen con las nuevas condiciones estrictas, incluso un acceso recíproco, digamos, al mercado de Rusia para las compañías energéticas de la UE.

Pero el problema fundamental sigue siendo la vulnerabilidad energética de Europa: una estrategia emergente de divide y reinarás en materia de suministro de gas que debe encararse de frente. La preferencia que hoy tienen los miembros individuales de la UE por actuar unilateralmente en materia de energía debe sustituirse por una política energética común basada en la solidaridad entre los estados miembro y una unidad a la hora de defender los intereses de la UE frente a los socios externos. Después de todo, esta solidaridad es lo que le permitió a Europa prosperar e integrarse en los últimos 50 años. ¿Por qué no aferrarse entonces a una fórmula ganadora cuando hablamos de energía?

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