El 21 de septiembre de 1832, en el Franklin Hall de Boston, la primera mujer americana que pronunció una conferencia en público, Maria Stewart, escandalizó a la ciudad al ponerse en pie y hablar. ¿Qué la movió a transgredir las normas sociales y el decoro tan descaradamente? "Hijas de África, ¡despertad! ¡Alzaos!", gritó, al tiempo que pedía que los Estados Unidos impartieran instrucción a las niñas negras.
Como con tanta frecuencia suele ocurrir, nuestros antepasados estaban en lo cierto. Si la Sra. Stewart, que era, a su vez, afroamericana, hubiese sabido lo que nosotros sabemos hoy sobre el desarrollo, su petición habría sido ahora la misma que entonces. Todos los testimonios de investigaciones académicas y normativas que hemos acumulado en los 30 últimos años, toda la experiencia de nuestras medidas en pro del desarrollo, confirman lo que nuestros adelantados predecesores sabían de forma innata: impartir instrucción a todos nuestros niños -pobres, ricos, blancos, negros, niños, niñas- significa tener niños más sanos, familias más resistentes, economías más prósperas y democracias con mayor vitalidad.
Si preguntamos a los dirigentes de las economías de los "tigres" del Asia sudoriental su secreto para el desarrollo rápido, nos dirán lo mismo: por encima de todo, invertimos en nuestros ciudadanos. En su forma más básica, en eso consiste el desarrollo: invertir en las personas y su bienestar.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Subscribe
As a registered user, you can enjoy more PS content every month – for free.
Register
Already have an account?
Log in
El 21 de septiembre de 1832, en el Franklin Hall de Boston, la primera mujer americana que pronunció una conferencia en público, Maria Stewart, escandalizó a la ciudad al ponerse en pie y hablar. ¿Qué la movió a transgredir las normas sociales y el decoro tan descaradamente? "Hijas de África, ¡despertad! ¡Alzaos!", gritó, al tiempo que pedía que los Estados Unidos impartieran instrucción a las niñas negras.
Como con tanta frecuencia suele ocurrir, nuestros antepasados estaban en lo cierto. Si la Sra. Stewart, que era, a su vez, afroamericana, hubiese sabido lo que nosotros sabemos hoy sobre el desarrollo, su petición habría sido ahora la misma que entonces. Todos los testimonios de investigaciones académicas y normativas que hemos acumulado en los 30 últimos años, toda la experiencia de nuestras medidas en pro del desarrollo, confirman lo que nuestros adelantados predecesores sabían de forma innata: impartir instrucción a todos nuestros niños -pobres, ricos, blancos, negros, niños, niñas- significa tener niños más sanos, familias más resistentes, economías más prósperas y democracias con mayor vitalidad.
Si preguntamos a los dirigentes de las economías de los "tigres" del Asia sudoriental su secreto para el desarrollo rápido, nos dirán lo mismo: por encima de todo, invertimos en nuestros ciudadanos. En su forma más básica, en eso consiste el desarrollo: invertir en las personas y su bienestar.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Subscribe
As a registered user, you can enjoy more PS content every month – for free.
Register
Already have an account? Log in