8585fc0346f86f380e248e1f_dr2945k.jpg

Saif Kaddafi y yo

CAMBRIDGE – Hace no mucho uno de mis colegas de Harvard me escribió para anunciarme que Saif al-Islam el-Kaddafi, hijo del dictador de Libia, estaría en la ciudad y quería conocerme. Mi colega me dijo que era un tipo interesante, que tenía un doctorado de la London School of Economics and Political Science (LSE); agregó que me gustaría platicar con él y que tal vez pudiera ayudarle a reforzar su comprensión de cuestiones económicas.

La reunión fue una decepción. Previamente, un ex empleado de la Monitor Company insinuó con delicadeza que yo no debía esperar mucho. Saif traía fotocopias de algunas páginas de uno de mis libros, en las que había garabateado sus notas. Me hizo varias preguntas –sobre el papel de las ONG internacionales, según recuerdo—que parecían bastante alejadas de mis esferas de especialización. Creo que no le causé una gran impresión, pero él tampoco me agradó. Cuando terminó la reunión Saif me invitó a Libia y yo le dije –más por cortesía que por otra cosa—que iría con gusto.

Saif nunca insistió. Yo tampoco. Pero, si hubiera recibido una invitación formal ¿habría ido a Libia a pasar un tiempo con él y tal vez conocer a su padre y sus compinches? ¿Me habrían convencido argumentos como “Estamos tratando de desarrollar nuestra economía y usted nos puede ayudar con sus conocimientos”? En otras palabras, ¿habría yo seguido los pasos de varios de mis colegas de Harvard que viajaron a Libia para intercambiar opiniones con el dictador y darle asesoría –y que recibieron pagos por sus servicios?

https://prosyn.org/1mgFuNRes