harrington31_Sefa KaracanAnadolu AgencyGetty Images_russiapassport Sefa Karacan/Anadolu Agency/Getty Images

No hay que desperdiciar el poder de una diáspora

ATLANTA – Diásporas, las hubo desde el Viejo Testamento; y dejando a un lado su naturaleza trágica, no hay dos éxodos masivos que se parezcan. En el siglo XX, el mundo vio a los judíos huir de los pogromos, de la revolución bolchevique y de Hitler; a los afroamericanos migrar en masa desde el sur segregacionista; y a los vietnamitas escapar de un país en guerra. En este siglo, sirios, iraquíes y afganos han huido de liberaciones fracasadas y de guerras sectarias brutales; salvadoreños, guatemaltecos y hondureños se alejan a pie de la pobreza y la violencia; y ahora, millones de ucranianos recién llegados a Europa y otros lugares se preguntan si podrán volver a casa y cuándo.

En algunos países las diásporas no son nada nuevo. Basta preguntar a los rusos. El NKVD de Stalin, y luego la KGB, estuvieron tres cuartos de siglo muy atentos a las comunidades de rusos en el extranjero, siempre preocupados por la amenaza que pudieran plantear. Y ahora el servicio de seguridad del presidente ruso Vladímir Putin (FSB) está continuando la tradición. Según cálculos recientes del FSB, en los tres primeros meses de este año viajaron al extranjero casi cuatro millones de rusos.

Obviamente, las estadísticas del FSB son difíciles de verificar. Pero la cantidad de salidas que hubo este año es sorprendente. En comparación con el primer trimestre de 2021, las llegadas de rusos a Georgia y Tayikistán se quintuplicaron; se cuadruplicaron en Estonia, se triplicaron en Armenia y Uzbekistán, y se duplicaron en Kazajistán. Además, Letonia y Lituania recibieron en conjunto a unos 74 000 rusos; y casi un millón viajó a destinos turísticos populares como Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Turquía. Unas 750 000 personas cruzaron la frontera hacia la región georgiana de Abjasia, uno de los territorios vasallos de Putin.

https://prosyn.org/86J7ko6es