El "imperio liberal" intransigente de Rusia

En todo Occidente, mucha gente se pregunta si Rusia seguirá usando gas natural como una manera de ejercer presión económica y política en Ucrania, Georgia y otros países en lo que el Kremlin considera su "exterior más inmediato". Sin embargo, usar el "arma de la energía" no es sólo una táctica: está en el corazón de la doctrina prevaleciente que guía la política exterior rusa.

La política de Rusia hacia los países post-soviéticos se basa en la doctrina de un "imperio liberal" según la cual las principales compañías estatales y privadas de Rusia deberían asumir el control de las entidades económicas clave en todos los territorios de las ex repúblicas soviéticas adquiriendo sus activos. En este contexto, debería interpretarse que la palabra "liberal" sugiere que el imperio del "nuevo sueño ruso" debería edificarse por medios puramente económicos, excluyendo toda acción enérgica contra otras naciones.

Naturalmente, el papel clave en este modelo se le asigna al suministro de energía a los países post-soviéticos. En particular, el gigante ruso de servicios públicos Gazprom utiliza los aumentos en los precios del gas como una manera de castigar a los vecinos "desobedientes". Ucrania fue castigada de esta manera por su ansiedad por integrarse a Occidente después de la Revolución Naranja. Sin embargo, tras el retorno del pro-ruso Victor Yanukovich al puesto de primer ministro ucraniano, la orientación pro-occidental del país se ha visto debilitada significativamente. De modo que no debería sorprender que Ucrania bajo Yanukovich no haya enfrentado más problemas con el suministro de gas ruso.

Georgia, en cambio, sigue siendo un blanco importante del Kremlin y de Gazprom. El intento de Rusia de arrastrar a Georgia a su red imperial empezó en el verano de 2003, cuando el monopolio energético ruso United Energy System tomó el control del 75% de la red de electricidad de Georgia. Después de la Revolución Rosa de noviembre de 2003, las empresas rusas resultaron ser las compradoras más ávidas de las compañías de Georgia y sus activos.

El primer obstáculo importante en el camino de los designios de Rusia para Georgia fue la intervención de Estados Unidos, que exigió que el gobierno de Georgia abandonara las negociaciones con Gazprom y le prohibió a Georgia vender el oleoducto que conecta a Rusia y Armenia a través de territorio georgiano. Rusia castigó a Georgia casi de inmediato, prohibiendo la importación de vinos y aguas minerales georgianos -ambos, productos de exportación clave.

En momentos en que las perspectivas de que Georgia se sumara a la OTAN parecían crecer, las acciones de Rusia se volvieron más intolerantes. Los georgianos étnicos que viven en Rusia, inclusive aquellos que son ciudadanos rusos, se convirtieron en blancos de persecución.

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Las acciones de Rusia están destinadas a fomentar una reacción violenta contra el gobierno en Georgia, allanado así el camino para que las fuerzas políticas pro-rusas lleguen al poder. Pero la intransigencia inherente al imperialismo ruso no se limita al comportamiento reciente y, más preocupante aún, se extiende a la cuestión de la integridad territorial de Georgia, ya que las tropas rusas siguen apuntalando a las regiones secesionistas.

Al provocar conflictos étnicos en los territorios de las ex repúblicas soviéticas, Moscú espera mantenerlas bajo su control e influencia. Irónicamente, las tropas rusas desplegadas en las regiones georgianas renegadas de Abkhazia y Ossetia del Sur recibieron el status de "mediadores por la paz", cuando, en realidad, son ocupantes ilegales, tal como demuestra la decisión de Rusia de darles pasaportes rusos a los residentes de estas regiones.

Ahora Rusia amenaza con reconocer la independencia de Abkhazia y Ossetia del Sur si Occidente reconoce a la provincia serbia de Kosovo como una nación independiente. En la medida en que la mayoría de los residentes de Abkhazia y Ossetia del Sur ya recibieron la ciudadanía rusa, el reconocimiento de la soberanía de estas dos regiones sería absolutamente ficticio y, por cierto, una medida provisoria camino a su plena anexión por parte de Rusia.

Para fortalecer la influencia política de Rusia en las regiones separatistas de Georgia, Gazprom, sin molestarse en pedirles permiso a los líderes de Georgia elegidos democráticamente, empezó a construir un gasoducto que conecta directamente a Rusia y Ossetia del Sur. Si bien no hubo una interrupción del suministro de gas de Tbilisi a Ossetia del Sur, este paso es necesario para que el Kremlin asegure una integración aún mayor de esta región georgiana al sistema económico de Rusia.

Dado que Gazprom ya duplicó los aranceles del gas para Georgia, el nudo corredizo de la energía se está apretando. Sin embargo, gracias a los suministros de gas del vecino Azerbaiján, Georgia todavía no ha sido estrangulada.

Un imperio ruso reanimado, ya sea construido por la fuerza o a través de la coerción económica, es algo que no le interesa a nadie. Dominar al "imperio liberal" intransigente de Rusia es la cuestión central de la seguridad europea hoy.

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