Russian railway station Kirill Kukhmar/Getty Images

Un viaje por el país de Putin

VLADIVOSTOK – El ferrocarril ruso Baikal-Amur Mainline (BAM) “no podría ser denominado como una atracción turística popular”, dice un sitio web turístico sobre este ferrocarril de unas 2.000 millas de largo que atraviesa Siberia Oriental y el extremo oriental ruso. “La mayoría de las personas nunca [sic] escucharon de su existencia”.

El rival más antiguo del BAM, el Ferrocarril Transiberiano, es ciertamente más popular. Desde su apertura en el año 1916, atrajo a muchos famosos, incluyendo a los escritores de viajes Peter Fleming, Paul Theroux y Colin Thubron. Pero es el BAM – este ramal ferroviario norteño no amado, cuya construcción fue iniciada por Stalin en los años treinta y completada durante el mandato de Leónidas Brezhnev en el año 1984 – el que ofrece la ventana más útil al estado anímico ruso en lugares ubicados fuera de las cosmopolitas Moscú y San Petersburgo. Hoy en día, la tierra del BAM es abrumadoramente la tierra de Putin.

El libro de Dervla Murphy, Through Siberia by Accident, fue mi inspiración para tomar el BAM y viajar a lo largo de Siberia, a pesar de que Murphy, una intrépida abuela irlandesa, se rompió una pierna resbalando en el primitivo inodoro del vagón. Me motivó aún más el hecho de que mi bisabuelo había construido la sección del extremo oriental del Ferrocarril Transiberiano en la década de 1890, pero él nunca había estado en su estación terminal, situada en Vladivostok, lugar donde nació mi padre. Así que tres amigos se me unieron en una improbable aventura ferroviaria de dos semanas a través de Siberia.

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