Vladimir Putin Mikhail Svetlov/Getty Images

El talón de Aquiles del régimen de Putin

WASHINGTON, D.C. – El poder de mando del presidente ruso, Vladimir Putin, es más débil de lo que aparenta. De hecho, la base del poder de Putin – es decir, los arreglos económicos clientelistas que él asiduamente ha consolidado durante la última generación –  se ha convertido en la principal amenaza para su supervivencia política. La razón es simple: la falta de derechos de propiedad creíbles bajo el sistema de capitalismo de amiguetes de Putin obliga a que los oligarcas y altos funcionarios rusos mantengan su dinero en el extranjero, en su mayoría dentro de jurisdicciones de gobiernos occidentales a los cuales Putin ataca con lenguaje áspero e insultante.

Con la ayuda de personas leales bien seleccionadas, Putin ha establecido tres círculos de poder: el Estado, las corporaciones estatales y las compañías “privadas” pertenecientes a dichas personas leales. El proceso comenzó durante su mandato como presidente del Servicio Federal de Seguridad, desde el año 1998 al 1999, cuando ejerció control sobre la policía secreta.

Sin embargo, fue el primer mandato de Putin como presidente, desde el 2000 al 2004, el que equivale a una verdadera obra maestra de la consolidación del poder por parte de un autoritario incipiente. En primer lugar, en el verano del año 2000, se hizo cargo de la televisión rusa. Luego, estableció su “poder vertical” sobre la administración del Estado y sobre las administraciones regionales, así como su “dictadura de la ley” sobre el sistema judicial. Y, luego, en las elecciones parlamentarias del año 2003, Putin obtuvo un sólido control tanto de la Duma Estatal (cámara baja) así como del Consejo de la Federación (cámara alta) de la legislatura rusa. En el Consejo de Seguridad, que es el pináculo del poder estatal, Putin colocó a tres generales de la KGB: Sergei Ivanov, Nikolai Patrushev y Aleksandr Bortnikov.

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