Los derechos del hombre digital

ABU DHABI – Hemos creado un mundo digital cuya vastedad excede nuestra comprensión. Como medida de su magnitud, basta pensar en esto: en 2012, con el nuevo sistema de direcciones de Internet (IPv6), se crearon más de 340 sextillones (3,4 x 1038) de direcciones, es decir, alrededor de 4,8 x 1028 direcciones por cada persona que hay en la Tierra. Eso debería bastar para los cinco mil millones de dispositivos que en este momento se conectan a Internet y los 22.000 millones que se prevé que estén en uso en 2020.

Lo difícil en esta explosión de conectividad no es el desarrollo de capacidad, sino cómo gestionarla. Esto nos obliga a hacernos preguntas muy profundas respecto del modo en que vivimos. ¿Deben todas las personas estar permanentemente conectadas a todo? ¿Quién es el dueño de tales o cuales datos? ¿Cómo corresponde hacer pública la información? ¿Puede y debe regularse el uso de los datos? Si la respuesta es afirmativa, ¿de qué manera? Y en la solución de todas estas cuestiones, ¿qué papel les corresponde al gobierno, a las empresas y a los usuarios comunes de Internet?

Son preguntas que no podemos seguir ignorando. Conforme el mundo virtual se expande, también aumentan los casos de traición de confianza y abuso de datos personales. Las noticias sobre programas de vigilancia llevan a la gente a sentir cada vez más preocupación (e incluso paranoia) por la acción de los organismos públicos. Y las empresas privadas que comercian con datos personales suscitaron en respuesta un movimiento en pos de la recuperación de la privacidad. Como señaló una de las personas presentes en un reciente debate del Foro Económico Mundial: “Cuanto más conectados estamos, a más privacidad renunciamos”.

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