Robert Skidelsky, a member of the British House of Lords and Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University, was a non-executive director of the private Russian oil company PJSC Russneft from 2016 to 2021. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party, became the Conservative Party’s spokesman for Treasury affairs in the House of Lords, and was eventually forced out of the Conservative Party for his opposition to NATO’s intervention in Kosovo in 1999.
LONDRES – La novena conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio, celebrada en diciembre en Bali, nos dejó un modesto paquete de medidas de estímulo al comercio internacional; en un plano más general, quedó demostrado el valor del multilateralismo de la OMC al evitarse un masivo incremento de las barreras comerciales, a diferencia de lo que sucedió en 1929‑1930, cuando el proteccionismo contribuyó a profundizar y extender la Gran Depresión. Pero sigue en pie la gran pregunta: ¿es buena la globalización? Y si lo es, ¿para quiénes?
La esencia de la globalización (el libre comercio) se basa en la teoría de las ventajas comparativas, según la cual el comercio internacional siempre es provechoso, incluso para un país que fuera capaz de producir cada uno de los bienes a menor costo (en términos de mano de obra y recursos) que todos los demás países.
El ejemplo de manual, según lo plantea el premio Nobel Paul Samuelson, es este: hay un pueblo donde el mejor abogado es también el mejor mecanógrafo. Supongamos ahora que es mejor como abogado que como mecanógrafo. Entonces conviene que se dedique exclusivamente al derecho y deje la mecanografía para su secretaria; así, los dos ganarán más dinero.
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