skidelsky142_GeovienSoPacificPressLightRocketviaGettyImages_borisnemtsovsignsprotest Geovien So/Pacific Press/LightRocket via Getty Images

Caída y ascenso del heroísmo público

LONDRES – Recientemente vi The Man Who Was Too Free(El hombre que era demasiado libre), un documental conmovedor sobre el político disidente ruso Boris Nemtsov, que fue abatido a tiros frente al Kremlin en 2015. Nemtsov, un joven apuesto que había sido una estrella política en ascenso en los años 1990, luego se negó a doblegarse al autoritarismo del presidente ruso, Vladimir Putin, y se pasó a las filas de la oposición, donde fue hostigado, encarcelado y finalmente asesinado. El filme me dejó pensando en el papel debilitado del heroísmo y del coraje en la vida moderna, y también en el destino de Rusia.

El heroísmo es un producto de situaciones extremas –que, clásicamente, involucran guerra y violencia-. Como el estilo de vida occidental de hoy no es extremo, el valor del heroísmo ha caído. Pero su cepa está creciendo en gran parte del resto del mundo, inclusive en Rusia.

El héroe es noble y a la vez autodestructivo. Él o ella no sólo prefiere una muerte honorable a una vida deshonrosa, sino también preferiría morir joven y de manera gloriosa a prolongar una existencia larga y comprometida plagada de honores fácilmente obtenidos (y olvidados). Héctor en La Ilíada de Homero dice: “Es verdad que muero, pero muero grande”. La vida heroica es inherentemente trágica; la inmortalidad es su única recompensa.

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