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Fantasías fiscales

LONDRES – ¿Será la próxima recesión peor de lo que se espera? Con el poco espacio que tienen los principales bancos centrales para seguir bajando los tipos de interés, ¿puede la próxima desaceleración cíclica convertirse en debacle? En teoría, la política fiscal podría ayudar a cubrir el vacío. La década pasada vio renacer el entusiasmo por la política fiscal entre muchos economistas y políticos, y es muy probable que cuando llegue la próxima desaceleración, muchos países intenten un control preciso de la economía con medidas fiscales (fine tuning). ¿Será lo correcto?

Yo tengo mis dudas. La política fiscal está demasiado politizada para ocupar en forma sistemática el lugar de la moderna banca central independiente y tecnocrática, que hasta ahora ha tenido primacía en lo referido a la estabilización a corto plazo. La política fiscal tiene primacía en lo referido a asuntos fundamentales pero inmensamente contenciosos (en materia de crecimiento, estabilidad a largo plazo y asignación de recursos) que demandan una decisión democrática, al menos en las economías avanzadas. Sin embargo, cuando uno lee ciertas descripciones académicas de la política fiscal como una herramienta tecnocrática objetiva se queda con la sensación de estar viviendo en un episodio de la serie de televisión estadounidense The West Wing.

En la aclamada serie, el presidente ficticio de los Estados Unidos es un economista demócrata llamado Jed Bartlet. Hombre bueno y moral, respaldado por auxiliares igualmente bienintencionados y brillantes, Bartlet exhibe un don especial para analizar elaborados consejos de los especialistas y tomar decisiones de política económica inteligentes que encuentran el equilibrio justo entre la eficiencia, la equidad y las realidades políticas. Aunque a menudo le cuesta conseguir la aprobación de las leyes que necesita, Bartlet y su equipo suelen imponerse. Y ya que estamos, los ideólogos de derecha que se le oponen no sólo son mala gente, sino también nulidades intelectuales.

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