El rescate de una revolución

Bruselas – En política no hay nada más deprimente que un líder que, en su desesperación por aferrarse al poder, arruine a su país. Con sus actos recientes, el Presidente de Ucrania, Viktor Yushchenko, aparentemente se ha unido a la larga lista de gobernantes que han sacrificado el futuro de su país sólo para prolongar su mala administración.

Las recientes medidas políticas y económicas que ha tomado Yushchenko indican que su instinto de conservación no tiene límites. Yushchenko, quien alguna vez fuera un orgulloso defensor del libre mercado y el hombre que eliminó la hiperinflación en Ucrania en los años noventa, ha vetado en las últimas semanas una serie de privatizaciones vitales –a veces con razones endebles y a veces sin dar ningún motivo. Por ejemplo, bloqueó la venta de empresas regionales de energía porque sostiene que su privatización amenazaría la “seguridad nacional de Ucrania”, aunque es la administración estatal corrupta e incompetente de estas compañías lo que amenaza la seguridad de Ucrania al hacerla vulnerable a las interrupciones en el suministro de energía.

Parece que a Yushchenko sólo lo motiva un deseo de dañar a su primera ministra, Yuliya Tymoshenko, a la que percibe como la mayor amenaza a su reelección en 2010. Para debilitar aún más al gabinete de Tymoshenko, el banco central de Ucrania, bajo la dirección de un secuaz del Presidente, está aplicando una política que importa inflación elevada. Se dice que cuando se le cuestionó al respecto, Volodymyr Stelmakh, el gobernador del banco, le dijo a Tymoshenko que las políticas de esa institución destruirían su gobierno antes de que quebrantaran la economía.

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