Las milicias de Libia, contra el ejército

NUEVA YORK – Mientras Estados Unidos se esfuerza por comprender el ataque de septiembre pasado a su misión diplomática en Bengasi, que se cobró las vidas de cuatro estadounidenses (incluido el embajador, J. Christopher Stevens), en Libia todavía ni siquiera se abrió una investigación formal (y es probable que nunca se abra). Las autoridades del país se enfrentan con infinidad de desafíos (desde la presencia de un activo movimiento federalista en el este del país, decidido a usurpar las prerrogativas del gobierno central, hasta una ola de asesinatos de funcionarios de seguridad) y disponen de pocos recursos para asignar a un caso que no plantea ninguna amenaza inmediata a su posición en el frente interno.

En vez de eso, las autoridades están concentradas en reconstruir el Estado que el antiguo líder Muamar El Gadafi destruyó. Para ello, han tenido que hacer frente a la necesidad de crear instituciones administrativas eficaces y propiciar el surgimiento de un poder judicial independiente. El Consejo Nacional de Transición (CNT), órgano de gobierno interino que reemplazó al régimen de Muamar El Gadafi, no llegó a sentar las bases de un Estado moderno, pero todavía es demasiado pronto para emitir juicio sobre la dirigencia electa que asumió el poder en noviembre de 2012.

La prueba de fuego será el avance en materia de seguridad. El ataque en Bengasi y la falta de una respuesta creíble por parte de las autoridades libias demostraron que no hay en el país un estado de derecho ni condiciones para imponerlo. El nuevo gobierno debe modificar esta situación, para lo cual deberá lograr el desarme de las milicias y la integración de sus miembros a las fuerzas de seguridad regulares de Libia.

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