neier62_Georges DeKeerleSygma via Getty Images_sergeikovalev Georges DeKeerle/Sygma via Getty Images

La desaparición de la primera generación de disidentes rusos

NUEVA YORK – En noviembre de 1988, cuando el gran físico y premio Nobel de la Paz Andréi Sájarov realizó su única visita a los Estados Unidos, pidió a algunos de sus compañeros de activismo por los derechos humanos que lo acompañaran. Uno de ellos era el biólogo Sergei Adamovich Kovalev, que falleció este 9 de agosto a la edad de 91 años.

La visita de Sájarov fue una ocasión notable. Tras ser obligado a residir en la ciudad provincial de Gorki (hoy Nizhni Nóvgorod) hasta diciembre de 1986, cuando el Presidente soviético Mijaíl Gorbachov, en un gesto de relajación de la represión estatal, le hizo saber por teléfono que podía volver a Moscú.

Muchos grupos científicos, organizaciones de derechos humanos y otros organizaron encuentros con Sájarov durante su visita a EE.UU., y asistí a varias de ellas como director ejecutivo de Human Rights Watch. Recuerdo cómo Sájarov solía responder a muchas de las preguntas con algo así como: “Antes de responder, quisiera escuchar la opinión de Sergei Adamovich al respecto”.

Era su manera de demostrar respeto por el hombre que, si bien cerca de diez años más joven que él, lo había introducido al ámbito de los derechos humanos. Pienso también que era una manera de rendir tributo a un colega que había sufrido la represión soviética mucho más intensamente. Mientras Sájarov había vivido siete años en el exilio interno en Gorki, Kovalev había pasado siete años en prisión, seguidos de tres años de exilio interno.

Hasta su muerte, Kovalev era el último líder sobreviviente de un movimiento soviético por los derechos humanos que asombró al planeta a partir de la década de 1960. Fueron disidentes que hicieron oír su voz en el corazón de un imperio totalitario que cubría toda Eurasia. Ya en la década de los 50, Kovalev arriesgó su formación científica al cuestionar las doctrinas de T.D. Lysenko, el científico favorito de Stalin, incluida la coautoría del primer artículo publicado en la URSS que criticaba su estrambótica teoría genética.

En 1965, Kovalev participó en la primera protesta organizada contra los abusos a los derechos humanos en la USSR, tras los arrestos de Yuli Daniel y Andréi Siniavsky, dos autores que habían publicado en el extranjero bajo seudónimos. Después, en 1969, Kovalev fundó la primera organización soviética de defensa de los DD.HH., el Grupo Iniciativa por la Defensa de los Derechos Humanos.

Subscribe to PS Digital
PS_Digital_1333x1000_Intro-Offer1

Subscribe to PS Digital

Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.

Subscribe Now

Gran parte del activismo de Kovalev por los derechos humanos se expresaba en la Crónica de Sucesos Actuales, que se convirtió en la principal fuente de información sobre los acontecimientos en ese ámbito en la Unión Soviética. La publicación encarnaba el enfoque de los “legalistas”, un segmento clave de emergente movimiento por los derechos humanos de esa época.

Puesto que en la USSR los abogados tendían a ser burócratas que administraban políticas de estado, pocos de ellos se desempeñaban en el ámbito de los derechos humanos. Por ende, muchos de los legalistas –como Kovalev o los físicos Valery Chalidze y Yuri Orlov- fueron científicos que examinaron si las cláusulas de las leyes soviética se ajustaban a la legalidad internacional suscrita por la USSR. Por ejemplo, denunciaron que en la práctica se violaba constantemente el derecho a un juicio público garantizado por la Constitución Soviética.

El trabajo de Kovalev mediante el Grupo Iniciativa y la Crónica llevó a su arresto en diciembre de 1974, seguido de su encarcelamiento por cargos de participar en agitación y propaganda antisoviéticas. Las autoridades encontraron argumentos para realizar el juicio en Vilna, capital de Lituania, y así excluir a los periodistas internacionales cuyas credenciales de prensa estaban limitadas a Moscú.

Por su parte, Sájarov viajó a Lituania en un intento de asistir al juicio, pero se prohibió su ingreso a la sala. (Mientras estaba allí, su esposa Yelena Bonner se encontraba en Oslo recibiendo a su nombre el Nobel de la Paz). Kovalev serviría la mayor parte de su sentencia de prisión en el famoso campo Perm-36 de trabajos forzados en los Urales, y después pasaría tres años de exilio obligado en Siberia. Cuando lo vi, no mucho más tarde de haber completado su sentencia, estaba ojeroso y demacrado.

En 1990, el último año completo de la Unión Soviética, fue electo diputado del Congreso del Pueblo y presidente (con el respaldo de Boris Yeltsin) de su Comité de Derechos Humanos. Dejó en claro que pondría énfasis en la protección de los derechos civiles, políticos e individuales más que en los derechos económicos, sociales y colectivos que la Unión Soviética decía liderar. Hizo de la reforma penal una importante prioridad, dio a conocer problemas con los derechos de los migrantes y los refugiados, y encabezó las iniciativas para abolir el sistema de “propiska”, o empadronamiento, que limitaba la capacidad de los ciudadanos de escoger su lugar de residencia.

Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, el bombardeo de la Casa Blanca rusa (sede del Parlamento) y la adopción por referendo de una nueva constitución dos meses después, Kovalev fue nombrado presidente de una nueva Comisión Rusa de Derechos Humanos. Y no poco más adelante el gobierno de Yeltsin lanzó la Primera Guerra de Chechenia para aplastar un movimiento secesionista de independencia checheno liderado por Dzhojar Dudayev, un ex general de la Fuerza Aérea Soviética.

Aunque era comisionado del gobierno ruso, Kovalev se convirtió en el crítico más abierto de la guerra. Para manifestar su oposición al bombardeo de Grozni, la capital chechena, y hacer públicos los riesgos que enfrentaba la población civil, se mudó a ella. Además, llevó a cabo personalmente investigaciones sobre el trato dado a los prisioneros chechenos y publicó detallados informes acerca de sus hallazgos. Pronto algunos miembros del Parlamento Ruso lo etiquetaron como enemigo de Rusia y lograron sacarlo de su puesto.

En años subsiguientes, criticó severamente las violaciones a los derechos humanos bajo el gobierno de Yeltsin. Y cuando este fue sucedido por Vladimir Putin, se volvió incluso más crítico de la monopolización del poder y la negación de derechos civiles y políticos por parte del nuevo líder del país. En un ensayo de noviembre de 2007 publicado en la New York Review of Books, Kovalev escribió: “Creo que Vladimir Putin es la figura más siniestra de la historia rusa contemporánea”.

En sus últimos años, Kovalev reanudó su activismo temprano a través de Memorial, una de las principales organizaciones rusas de derechos humanos, que ayudó a crear. Siguió profundamente desilusionado por el retroceso de Rusia al mismo tipo de despotismo contra el que tanto había luchado en el siglo anterior. Pero continuó trabajando por la esperanza contra toda esperanza, hasta el final.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

https://prosyn.org/Ygwaozhes