rioux2_Jon Feingersh Photography Inc_hands Jon Feingersh Photography Inc/Getty Images

La reconciliación debe impulsar el desarrollo

PARÍS – En un mundo profundamente volátil plagado de grietas, la tentación de abrazar un sendero aparentemente tranquilizador de retiro o aislamiento puede ser fuerte. De hecho, evitar potenciales peligros parece algo natural. A falta de una alternativa mejor, tal vez estemos instintivamente inclinados a mirar hacia adentro para evitar o al menos mitigar los riesgos de un mundo que parece el fin de los tiempos, en el que los niños nos están diciendo la verdad.

Muchos de nosotros ya hemos decidido seguir esa ruta. Sin embargo, los incendios que recientemente arrasaron la selva amazónica son un recordatorio brutal –y trágico- de que esta línea de razonamiento, si bien entendible, es engañosa. En verdad, deberíamos estar avanzando en dirección contraria. Vivimos en un mundo en común, lo que significa que todos somos vulnerables a amenazas –ya sean ambientales, sociales o políticas- que no conocen fronteras. Como los efectos directos o colaterales se pueden sentir en todas partes, deberíamos alimentar un deseo de reconciliación, no de aislamiento.

Estas opiniones encontradas sobre los muchos desafíos de un mundo interdependiente –cambio climático, pérdida de biodiversidad, pandemias letales, fragmentación social, inseguridad, tráfico de todo tipo y migración descontrolada- defienden estrategias divergentes. Por un lado, quienes están a favor de la apertura y de una acción coordinada más fuerte buscan la colaboración con otros países en un espíritu de solidaridad internacional. Por otro lado, los defensores de trayectorias nacionales distintas respaldan agendas destinadas a difundir una teoría sutil de retiro, inclusive en el centro mismo del campo esencialmente generoso de la política de desarrollo.

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