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Santiago bajo sitio

SANTIAGO – Diecinueve muertos e innumerables heridos. Media docena de estaciones de metro atacadas con bombas incendiarias. Cientos de supermercados destrozados y saqueados. La sede central de la compañía distribuidora de electricidad más importante del país afectada por un incendio. Una ciudad de casi siete millones de habitantes paralizada. Después de declarado el estado de emergencia, soldados patrullan las calles y hacen cumplir un toque de queda.

¿Cómo pudo llegar a esto Santiago de Chile, la ciudad más rica del país ampliamente considerado el más próspero y respetuoso de la ley de América Latina? Y ¿qué nos enseñan los eventos recientes acerca del descontento de la ciudadanía y del potencial de violencia en las sociedades modernas?

La verdad es que no podemos tener certeza. Todo sucedió con una rapidez vertiginosa. Y, pocos días después de la violencia, llegaron las demostraciones pacíficas. El viernes pasado, un millón 200 mil personas marcharon por el centro de Santiago, la protesta más grande desde las que contribuyeron a remover al general Augusto Pinochet del gobierno hace 30 años.

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