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Los peligros de una flexibilización cuantitativa interminable

CHICAGO – Los indicadores de inflación en Estados Unidos vienen subiendo en los últimos meses. Los mercados laborales están muy tensionados: en una encuesta reciente, un 46% de dueños de pequeñas empresas dijeron no encontrar trabajadores para cubrir vacantes, y nada menos que el 39% informó que había dado aumentos de sueldos. Pero al momento de escribir estas líneas, el rendimiento de los títulos a diez años del Tesoro de los Estados Unidos es 1,24%, muy por debajo de la tasa de inflación implícita a diez años (2,4%). Al mismo tiempo, las bolsas alcanzan máximos históricos.

Hay algo en todo esto que no cierra. Tal vez los mercados de bonos le crean a la Reserva Federal de los Estados Unidos, cuando sugiere que las presiones inflacionarias actuales son transitorias y que podrá mantener tasas de referencia bajas por mucho tiempo. De ser así, se puede esperar un crecimiento razonable (reforzado por el ahorro acumulado y por el gasto público adicional que se está negociando en el Congreso) y un nivel de inflación no muy alejado de la meta de la Fed. La tasa de inflación implícita también parece apuntar en esta dirección.

Pero eso no explica por qué la tasa de los títulos del Tesoro a diez años es tan baja, lo cual indica un tipo de interés real negativo durante la próxima década. ¿Y si fuera así? Puede ocurrir que la difusión de la variante delta de la COVID‑19 obligue a los países desarrollados a implementar nuevos confinamientos y empeore todavía más la situación de los mercados emergentes. Puede ocurrir que aparezcan variantes peores. O que las negociaciones en el Congreso fracasen y no se consiga aprobar ni siquiera el proyecto bipartidario de ley de infraestructura. Pero en este caso sería difícil justificar la bonanza de las bolsas y la tasa de inflación implícita.

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