junk food Scott Barbour/Getty Images

La propaganda venenosa de la industria de los alimentos procesados

SAN FRANCISCO – Cada ejecutivo del mundo publicitario conoce la diferencia entre el marketing y la propaganda. Uno utiliza hechos para apoyar un punto de vista, mientras que el otro se basa en falsedades y engaño. Pero si la diferencia es la verdad, ¿cuáles son las cosas en común? Para los científicos, es la dopamina. Y para la industria de los alimentos procesados, ese dato ha valido billones de dólares.

La dopamina es el neurotransmisor del sistema de recompensa del cerebro, y se activa ante estímulos como la cocaína, la nicotina y el alcohol. Pero también es activado por la información. Por ejemplo, escáneres cerebrales muestran que cuando la gente oye una declaración que cree que es verdad –la veracidad es irrelevante-, recibe una dosis de dopamina. Los propagandistas han sacado ventaja de esta rareza de nuestra fisiología celular durante siglos y, hoy, se puede apuntar específicamente a esta anomalía neurocientífica para utilizar a la política populista como un arma.

Sin embargo, los mayores oportunistas son las empresas. Varios sectores han recurrido a la propaganda para ofrecer sus productos al público, suprimiendo sistemáticamente cuestiones sobre daños reales; las industrias del petróleo, del tabaco y de los opiáceos me vienen de inmediato a la cabeza. Pero, con el correr de los años, ninguna industria ha ofrecido más desinformación partidista –ni ha generado más morbilidad, mortalidad, costo público y estragos económicos- que la industria de los alimentos procesados.

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