rpersaud15_Danny Lawson - WPA PoolGetty Images_prince philip Danny Lawson - WPA Pool/Getty Images

Réquiem por la impasibilidad británica

LONDRES – Por largo tiempo se celebró (y parodió) al fallecido Príncipe Philip, Duque de Edimburgo y marido de la reina, por su característica personalidad. Antes de su muerte a los 99 años de edad, ocurrida el 9 de abril, era el tío abuelo gruñón y excéntrico del Reino Unido, un hombre completamente fuera de sintonía con el mundo moderno.

Por tomar solo uno de muchos ejemplos notables, Philip no podía entender por qué los soldados de hoy podrían necesitar terapia. En la Segunda Guerra Mundial, observó una vez, “No teníamos consejeros revoloteando cada vez que a alguien se le iba un disparo, preguntando ‘¿Estás bien? ¿Estás seguro de que no tienes un horrible problema?’ Simplemente lo superabas y seguías con tu vida.”

Si el deceso de Philip significa que también enterraremos la imagen icónica de la “impasibilidad” británica”, ¿deberíamos lamentar también esa pérdida? Hubo una época en que esta demostración característicamente británica de estoica resolución era ampliamente admirada. Cuando el Reino Unido era la principal potencia mundial, parecía deber su posición a un enfoque de la vida de que “no hay que llorar”. Y, por supuesto, esta actitud se mostró en todo su esplendor cuando Gran Bretaña resistió los ataques nazis que ya habían barrido a sus vecinos europeos.

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