dr1304c.jpg Dean Rohrer

El absurdo cautelar

PRINCETON – Muchas personas que abogan por medidas draconianas para contrarrestar el cambio climático basan su argumentación en el así llamado “principio cautelar”, que sostiene que cuando un posible desastre futuro sería de una gravedad inaceptable, es imperativo tomar medidas para prevenirlo. El análisis de coste-beneficio (es decir, comparar el coste de las medidas correctivas con los beneficios de corregir de evitar el desastre) ya no es permisible. Es necesario emprender acciones, no importa el coste.

Este principio hace que las personas aboguen por la adopción de medidas enormemente costosas para prevenir desastres todavía más enormes, pero cuya probabilidad es altamente incierta. Si un desastre es inaceptable, no importa lo poco seguros que estemos de que realmente ocurra, hay que dar pasos para evitarlo.

Como resultado de la confianza generalizada en el principio cautelar, los escenarios apocalípticos han llegado a predominar en el debate sobre el cambio climático. Es fácil imaginar desastres tan graves que sería razonable tomar medidas drásticas para su prevención, y quienes sostienen esta visión pueden asustar fácilmente al público con esos desastres imaginarios. Nadie sabe lo suficiente sobre las causas del cambio climático como para demostrar que un desastre imaginario es imposible.

¿Qué tiene de equivocado el principio cautelar? Parece decir lo obvio: hay que aplicar medidas extraordinarias cuando se trata de prevenir desastres inaceptables. El problema es que el principio no se puede aplicar de manera consistente.

El mundo en el que vivimos es un pequeño jardín de territorios bien explorados, rodeado por un bosque sombrío y difuso de desastres. Los desastres que acechan a la distancia hacen legión: asteroides y cometas, pandemias y plagas mundiales, guerras nucleares y convencionales, sequías, hambrunas e inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis, sobrepoblación humana y extinción de otros seres vivos, aumento de las temperaturas y el nivel del mar, agotamiento del agua y el aire puros, desaparición de bosques, tierras de cultivo y recursos marinos.

Todos estos desastres, y muchos otros que todavía cabe imaginar, son posibles, y varios de ellos son inaceptables. El principio de la acción cautelar dictamina que es necesario tomar medidas, independientemente de su coste, para prevenirlos en su totalidad. Sin embargo, se trata de una tarea imposible. No hay futuro sin riesgos.

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No importa lo que hagamos o dejemos de hacer, seguirá habiendo riesgos de que ocurran desastres inaceptables. Nuestros recursos son limitados, así como lo costes de las medidas correctivas que podemos emprender. No se puede pasar por alto los costes frente a los beneficios. Algunos desastres son menos probables que otros, y algunas medidas correctivas, más costosas que otras. Se trata de realidades que el principio cautelar nos pide no considerar.

Algunas veces ocurre que una medida drástica ideada para prevenir un desastre inaceptable puede terminar empeorándolo. Es fácil inventar desastres catastróficos en relación con el cambio climático, pero puede ser difícil predecir los efectos de las medidas correctivas.

Por ejemplo, una de las consecuencias más inmediatas y graves del cambio climático podría ser un cambio rápido del nivel del mar. Por lo general, se cree que la medida cautelar adecuada es dejar de utilizar combustibles fósiles y reducir la abundancia de dióxido de carbono en la atmósfera. Sin embargo, la medida preventiva es extremadamente costosa, y podría tener efectos contraproducentes.

Sabemos que el nivel del mar ha aumentado cerca de 100 metros en los últimos 12.000 años, lo que claramente se debe al derretimiento de las capas de hielo continentales al término de la era del hielo; es decir, no tuvo nada que ver con las actividades humanas.

Durante los últimos 200 años, periodo en el que hemos contado con mediciones precisas de los mareómetros, el nivel del mar ha seguido aumentando lentamente. No sabemos en qué medida el ser humano ha influido en el aumento reciente. En lo relacionado con el retroceso de los glaciares, no ha sido causado por el ser humano, ya que han estado reduciéndose a lo largo de miles de años, mientras que las actividades humanas se volvieron significativas apenas en el último siglo.

El aire que rodea a Groenlandia y la Antártida se ha vuelto más cálido y húmedo, lo que aumenta el ritmo del derretimiento del hielo en las regiones bajas, en los bordes de las capas de hielo, al tiempo que aumenta la caída de nieve sobre las regiones altas y frías del interior. El derretimiento hace que se eleve el nivel de mar, mientras que la nieve hace que decrezca. No sabemos cuál de los dos efectos es el predominante.

Si el Océano Ártico se queda sin hielo en verano, probablemente aumenten agudamente el derretimiento y las nevazones. En ese punto, el principio cautelar sugeriría que tomemos medidas drásticas para dejar de utilizar combustibles fósiles. Sin embargo, sería mejor que supiéramos con seguridad en qué dirección irá la respuesta, antes de aplicarla.

Sería lamentable que China e India se empobrecieran al dejar de quemar carbón, sólo para que la disminución de la caída de nieve sobre Groenlandia y la Antártica hiciera que el nivel del mar aumentara más rápido. El principio cautelar no es un sustituto útil de la comprensión científica.

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