La Pobreza, el Presupuesto Social y los Programas del FMI: Mito vs. Realidad

WASHINGTON, D.C.: Un argumento que ha sido utilizado en repetidas ocasiones es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es responsable del incremento de la pobreza en los países en desarrollo, particularmente forzándolos a reducir los gastos para ciertos programas como los de salud y los de educación. Pero las protestas violentas y la repetición no hacen tal argumento verdadero. En el mejor de los casos, esas acusaciones son anticuadas; en el peor, son una mera plataforma ideológica.

Las estadísticas son, sin duda, claras: en 66 países en los que se aplicaron programas del FMI entre 1985 y 1998, el gasto per cápita en salud y en educación se incrementó más de 2% anualmente después de la inflación. Estas cifras muestran cómo el FMI enfatiza la importancia que tiene mantener los gastos en salud y en educación cuando se trata de países que enfrentan problemas presupuestales. El Fondo insiste en que es posible crear ahorros reduciendo los gastos no productivos, como prespuestos excesivos para las fuerzas armadas, subsidios para sectores que ya son estables y prácticas administrativas ineficaces. Es verdad que el presupuesto para el sector militar en los 41 países de los que el FMI tiene información se redujo casi 1% del Producto Interno Bruto (PIB) entre 1993 y 1997.

Entre los países en los que se aplican programas del FMI, es en los de menor ingreso en los que se han aumentado en mayor medida los gastos para salud y para educación. Esa diferencia será aún más evidente cuando se incremente la reducción de deuda bajo la Iniciativa para Países Pobres Altamente Endeudados, puesto que una de las condiciones principales para recibir este apoyo es que el dinero ahorrado se utilice para combatir la pobreza.

En el último ańo, de las 41 naciones que cumplen con los requisitos, 10 han recibido ayuda a traves de tal iniciativa; nuestras expectativas son que para finales de este ańo sean incluídos otros 10 países. Los pagos de deuda de los países con los que se dio inicio a este apoyo, como Bolivia y Uganda, se han reducido hasta en un 1% del PIB, abriendo campo para incrementar substancialmente el gasto en salud y en educación. En el presupuesto de Tanzania para el ańo 2001 los gastos para programas relacionados con la reducción de la pobreza presentan un aumento del 44%.

Es posible que hace veinte ańos la opinión del FMI en cuanto a política fiscal se centrara en el estado de las cuentas del gobierno. Con el tiempo, conforme fue más claro que el peso de los ajustes fiscales recaía en aquellas personas que tenían menos voz y voto (generalmente los pobres), el FMI reconoció que enfocarse en los resultados fiscales de corto plazo no era adecuado. Desde finales de los ańos ochenta, en el Fondo se piensa en la inversión en el desarrollo humano como una de las formas de promover el crecimiento económico sostenido. Hoy en dia el FMI enfatiza la importancia de proteger (o incrementar) los gastos dirigidos a mejorar la situación de los pobres al mismo tiempo que se mantienen los objetivos fijados para dichos gastos y se mejoran los mecanismos de gobierno de forma que estas personas en verdad tengan voz y voto.

Claro está que para reducir la pobreza no basta con "aventar dinero a los problemas". La calidad y la composición del gasto es igual de importante que la cantidad gastada.

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El gasto público debe estar dirigido a los sectores más necesitados. Es común que para la gente pobre el acceso a los servicios de salud y de educación sea limitado. En muchos de los países pobres altamente endeudados se invierte mucho dinero en hospitales urbanos y en educación superior en relación con el que se invierte en centros rurales de salud y en educación primaria. De la población total de estos países, el 20% más pobre recibe sólo el 14% de los gastos en salud y en educación, mientras que el 20% más rico recibe el 30%.

La necesidad de plantear metas claras para el gasto público se aplica de igual forma a los beneficios sociales. En Indonesia solía subsidiarse ampliamente la producción de aceite para cocinar y de otros productos de alto consumo, lo que beneficiaba sobre todo a la clase media. A pesar de todas las críticas, el programa apoyado por el FMI eliminó la mayor parte de esos subsidios, usando el dinero ahorrado para aplicar mejor los subsidios, utilizándolos para cosas como la producción de un tipo de arroz que en su mayoría era consumido por la gente pobre. Para mejorar los objetivos del gasto público de forma que se logre la mayor reducción de la pobreza posible con los recursos disponibles, ahora el FMI pide a todos los países pobres a los que presta dinero que preparen estrategias integrales de reducción de la pobreza.

Segundo, los fondos deben ser canalizados eficientemente. Las pérdidas por corrupción o por gastos excesivos en la administración del programa deben ser minimizadas. Es vital que las operaciones del gobierno sean más transparentes. El programa apoyado por el FMI en Nigeria, por ejemplo, incluye la Iniciativa de Reducción de la Pobreza, cuyo objetivo es que los fondos sean utilizados de forma productiva, así como garantizar que hasta el último centavo de los fondos públicos para la reducción de la pobreza se gaste en el cumplimiento de dicho objetivo.

Finalmente, debe reconocerse que, cualquiera que sea la razón, el hecho de que las políticas tengan las mejores intenciones no necesariamente significa que habrá buenos resultados. Sabemos que ha habido resultados positivos en los países en los que se aplican los programas del FMI. La tasa de inscripción a las escuelas aumentó 1% por ańo y con mayor velocidad tratándose de mujeres que de hombres, lo que redujo la separación de géneros. La mortandad infantil cayó 22% anualmente y aún más rápido para nińos menores de 5 ańos. Las tazas de vacunación se incrementaron casi 5% cada ańo.

Sin embargo, el FMI no es complaciente, pretende que las políticas den buen resultados. No hay mayor verdad que decir que la gente es el futuro de un país y promover mejoras en la salud y educación puede ser una de las decisiones más sanas que una nación pudiese tomar. Pero no debe darse prioridad a la educación y a la salud a expensas de otros programas de gobierno, como salubridad o construcción de caminos rurales, que pudieran ser igual de importantes para la reducción de la pobreza. No debemos perder de vista el árbol por mirar las ramas.

Todvía hay mucho por hacer para mejorar la situación de los más pobres entre los pobres. No cabe duda de que aún hay muchas cosas que no sabemos acerca de cómo reducir la pobreza. En algunos países escasea hasta la información confiable acerca del estado general de las cosas. Pero el FMI está dando su mayor esfuerzo para ayudar a los países a alcanzar la meta de reducir la pobreza global a la mitad para el ańo 2015 y, como muestran los números, esto no es sólo habladuría.

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