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El origen del populismo no es económico sino político

LONDRES – Donald Trump gobierna a casi 330 millones de estadounidenses. Brasil, con una población de 210 millones de personas, acaba de elegir a un presidente populista. Alrededor de 170 millones de europeos viven bajo gobiernos que tienen por lo menos a un populista en el gabinete. Sumemos a Filipinas, con más de 100 millones de habitantes, y a Turquía, con casi 80 millones. En total, hoy día populistas de un tipo u otro gobiernan, como mínimo, a mil millones de personas. 

El nuevo populismo se suele achacar a una generación o más de salarios medios estancados. En países como Estados Unidos y el Reino Unido, la distribución de ingresos ha empeorado, y el 1% más rico cosecha la gran parte de los beneficios del crecimiento económico. La crisis financiera global de 2008 no solo causó mucho dolor, sino que también reforzó la convicción de que Wall Street es enemigo del ciudadano común y corriente. No es sorprendente entonces que la política se haya vuelto tan conflictiva.

Si esta historia resultara correcta, la conclusión en cuanto a políticas sería simple: echar a los políticos que se vendieron a la banca, subir impuestos a los ricos y redistribuir los ingresos de manera más vigorosa. Con esto, el populismo desaparecería más temprano que tarde.

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