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PRINCETON – Hitler y Stalin fueron dictadores despiadados que cometieron asesinatos en una inmensa escala, pero, si bien es imposible imaginar una estatua de Hitler en Berlín o en cualquier otro sitio de Alemania, se han vuelto a instalar estatuas de Stalin en ciudades de Georgia (su lugar de nacimiento) y se va erigir otra en Moscú con motivo de una conmemoración de todos los dirigentes soviéticos.
La diferencia de actitud se extiende allende las fronteras de los países en que esos hombres gobernaron. En los Estados Unidos, hay un busto de Stalin en el monumento nacional al Día D en Virginia. En Nueva York, cené recientemente en un restaurante ruso en el que se exhibía simbología soviética: camareras con uniformes soviéticos y un cuadro de dirigentes soviéticos en el que Stalin ocupaba una posición destacada. Nueva York tiene también su Bar KGB. Que yo sepa, no hay un restaurante con simbología del nazismo en Nueva York, como tampoco hay un Bar Gestapo ni un Bar SS
Así, pues, ¿por qué es relativamente más aceptable Stalin que Hitler?
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