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Retrasar el reloj del Brexit

ATENAS – La apabullante derrota que el Parlamento británico le infligió al plan del Brexit de la primera ministra Theresa May fue la confirmación más reciente de que no existe un sustituto para la democracia. Los miembros del Parlamento merecen ser felicitados por mantener la calma frente a un plazo inventado. Ese plazo es la razón por la cual el Brexit está resultando tan difícil y potencialmente tan perjudicial. Para resolver el Brexit, ese plazo directamente debe eliminarse, no simplemente modificarse.

Abandonar la Unión Europea es doloroso por naturaleza. El proceso que cualquier estado miembro debe seguir para abandonar la UE está gobernado por el Artículo 50 del Tratado de Lisboa del bloque que, irónicamente, es de autoría de un diplomático británico deseoso de disuadir las salidas de la UE. Es por eso que el Artículo 50 fija un período de negociación de dos años que termina con un plazo amenazador: si las negociaciones no han producido un acuerdo de divorcio dentro del período prescripto –el 29 de marzo de 2019, en el caso de Gran Bretaña-, el estado miembro repentinamente se queda afuera de la UE y, de la noche a la mañana, enfrenta dificultades desproporcionadas.

Esta regla mina cualquier negociación productiva. Los negociadores se centran en la fecha límite y concluyen que la otra parte no tiene ningún incentivo para revelar su mano antes de ese momento. Más allá de si el período de negociación asignado son dos meses, dos años o dos décadas, el resultado es el mismo: el lado más fuerte (la Comisión Europea en Bruselas en este caso) tiene un incentivo para hacer tiempo y no sellar ningún acuerdo significativo hasta el último minuto.

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