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Criticar la pandemia

NUEVA YORK – Ya se ha cumplido un año y medio desde que comenzamos a vivir (y, demasiado a menudo, a morir) con el COVID-19. Si bien de ningún modo la pandemia se ha acabado, es un buen momento para dar un paso atrás y esbozar algunas conclusiones preliminares.

Una conclusión que resulta especialmente provisional tiene que ver con el inicio de la pandemia. Al comienzo muchos pensaban que el virus SARS-CoV-2 que la causa se propagó desde un mercado mojado en Wuhan, China, tras haber pasado desde un animal (probablemente un murciélago) a los seres humanos a través de un anfitrión intermedio. Sin embargo, una creciente cantidad de científicos y expertos hoy creen que es al menos tan probable (si no más) la idea de que el virus surgió por accidente desde el Instituto de Virología de Wuhan.

Hay muchas razones para sospechar una fuga accidental: la ubicación del instituto y su conocido trabajo con coronavirus; la distancia del brote con respecto a las poblaciones de murciélagos; la imposibilidad de identificar un anfitrión intermedio o cualquier grupo temprano de casos fuera de la provincia de Hubei; algunas características físicas del virus; y el ocultamiento por parte de China de las evidencias y su rechazo a cooperar plenamente con los investigadores internacionales. Todos son factores que alimentan la especulación y una mayor atención de las agencias de inteligencia estadounidenses, a las cuales el Presidente Joe Biden ha ordenado aumentar sus esfuerzos por identificar los orígenes del COVID-19. Si se llegara a aceptar ampliamente la narrativa de la “fuga del laboratorio”, la reputación mundial de China se vería seriamente perjudicada, pudiendo incluso causar problemas políticos graves de liderazgo interno.

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