Ahora que el futuro de Pakistán y su presidente, Pervez Musharraf, es incierto tras el asesinato de Benazir Bhutto, se están encontrando paralelos con la caída del Sha y la revolución islámica en Irán en 1979. Una vez más, un autócrata “por-estadounidense” parece estar perdiendo rápidamente su control del poder, mientras que su aliado, Estados Unidos, apenas lo apoya a medias. La élite liberal y la intelligentsia atacan al dictador confiados en que su país está preparado para una democracia secular.
La lección evidente que se debe aprender de 1979 es que Estados Unidos dejó imprudentemente que toda su relación estratégica con Irán recayera en un dictador impopular. Cuando su régimen se desmoronó, desapareció también la capacidad de Estados Unidos de cumplir sus intereses ahí.
Pero la revolución iraní guarda otra lección para los liberales pakistaníes: obsesionada con la expulsión del Sha, la intelligentsia se engañaba sobre su propia sociedad y su potencial para triunfar mediante una revuelta política abrupta. Una vez que el Sha se fue, la minoría radical que estaba dispuesta a luchar y morir por su causa acabó con la “mayoría moderada” y en muy poco tiempo estableció el gobierno islámico.
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For decades, US policymakers have preferred piecemeal tactical actions, while the Chinese government has consistently taken a more strategic approach. This mismatch is the reason why Huawei, to the shock of sanctions-focused American officials, was able to make a processor breakthrough in its flagship smartphone.
warns that short-termism will never be enough to offset the long-term benefits of strategic thinking.
With a democratic recession underway in many countries, one now commonly hears talk of democratic “backsliding” on a global scale. But not only is that term misleading; it also breeds fatalism, diverting our attention from potential paths out of the new authoritarianism.
thinks the language commonly used to describe the shift toward authoritarianism is hampering solutions.
Ashoka Mody
explains the roots of the lack of accountability in India, highlights shortcomings in human capital and gender equality, casts doubt on the country’s ability to assume a Chinese-style role in manufacturing, and more.
Ahora que el futuro de Pakistán y su presidente, Pervez Musharraf, es incierto tras el asesinato de Benazir Bhutto, se están encontrando paralelos con la caída del Sha y la revolución islámica en Irán en 1979. Una vez más, un autócrata “por-estadounidense” parece estar perdiendo rápidamente su control del poder, mientras que su aliado, Estados Unidos, apenas lo apoya a medias. La élite liberal y la intelligentsia atacan al dictador confiados en que su país está preparado para una democracia secular.
La lección evidente que se debe aprender de 1979 es que Estados Unidos dejó imprudentemente que toda su relación estratégica con Irán recayera en un dictador impopular. Cuando su régimen se desmoronó, desapareció también la capacidad de Estados Unidos de cumplir sus intereses ahí.
Pero la revolución iraní guarda otra lección para los liberales pakistaníes: obsesionada con la expulsión del Sha, la intelligentsia se engañaba sobre su propia sociedad y su potencial para triunfar mediante una revuelta política abrupta. Una vez que el Sha se fue, la minoría radical que estaba dispuesta a luchar y morir por su causa acabó con la “mayoría moderada” y en muy poco tiempo estableció el gobierno islámico.
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