Kim Jong-Un attending a photo session with teachers STR/Getty Images

El culto norcoreano

NUEVA YORK – Los rasgos absurdos de la dictadura norcoreana son fáciles de caricaturizar. Kim Jong-un, con su característico peinado de los años 30 (que, se dice, pretende hacerlo parecerse a su abuelo Kim Il-sung, fundador del régimen), su anticuado traje Mao y su cuerpo bajito y relleno, casi parece un personaje de historieta. Oficialmente visto como un genio omnipotente, se lo adora como a un dios y se lo muestra rodeado constantemente de gente, incluidos sus más altos oficiales militares llenos de medallas, riendo o aplaudiendo, o gritando histéricamente.

Por supuesto, sabemos que la vida cotidiana en Corea del Norte está lejos de ser divertida. La población se ve devastada por hambrunas periódicas. Hasta 200.000 prisioneros políticos se mantienen como esclavos en brutales campos de trabajo, donde tienen suerte si no se los tortura hasta morir. Y no existe libertad de expresión. No solo está prohibida para expresar reservas acerca del carácter divino de Kim: para mantenerse vivos es necesario proclamar regularmente lo mucho que se le adora.

Es posible, e incluso probable, que muchos norcoreanos se comporten como devotos solo porque los obligan. Otros porque no conocen nada más. Como la gente en todos lados, se adaptan por reflejo a las normas del mundo que los rodea, sin pensar en sus méritos. Pero algunos norcoreanos, quizás muchos, pueden creer genuinamente en el culto a la Dinastía Kim, que como todos los cultos (o, de hecho, todas las fes religiosas), se compone de rasgos y características tomados de otras culturas, creencias y tradiciones.

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