Sin límite de sonrisas

Si saliera a caminar por las calles de su vecindario con la cara en alto y una expresión amigable, ¿cuántos de los que pasaran a su lado le sonreirían o saludarían de algún modo?

Sonreír es una práctica humana universal, aunque la disposición para sonreír a extraños varía según la cultura. En Australia, donde ser abierto y amigable con los extraños no es raro, en la ciudad de Port Phillip, un área que abarca algunos de los suburbios de la bahía de Melbourne, se han estado utilizando voluntarios para averiguar qué tan frecuentemente sonríe la gente a aquéllos con los que se cruza por la calle. Además, se colocaron señales como las que fijan los límites de velocidad pero que informan a los peatones que están, por ejemplo, en una zona de “10 sonrisas por hora”.

¿Tonterías frívolas? ¿Desperdicio del dinero de los contribuyentes? La alcalde Janet Bolitho dice que colocar las señales es un intento por fomentar que la gente sonría o diga “G’day” –el saludo australiano estándar- tanto a vecinos como a extraños cuando caminan por la calle. El sonreír, agrega, alienta a la gente a relacionarse más con otras personas y a sentirse más seguros, lo que reduce el temor al crimen –un elemento importante en la calidad de vida de muchos vecindarios.

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