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Los disturbios en Budapest, provocados por la filtración de videos en los que se ve al Primer Ministro Ferenc Gyurcsany admitir abiertamente que su gobierno había mentido por más de un año sobre lo mal que están las finanzas del país, no son sino la última prueba de que las cosas están muy mal en Europa oriental.
En junio pasado, los eslovacos expulsaron al gobierno que saco al país de su aislamiento internacional y del malestar económico que padeció bajo el régimen autocrático de Vladimir Meciar. Mikulas Dzurinda, cuyas reformas generaron crecimiento y estabilidad económica para el país, fue remplazado por Robert Fico, un izquierdista que, después de aliarse con Meciar y un partido neofascista, también ha adoptado un tono preocupantemente populista.
Ese mismo mes, Hungría reeligió a Gyurcsany quien había llevado a cabo un programa supuestamente reformista pero también acumuló una enorme deuda pública. Los planes previos para adoptar rápidamente el euro ahora se han archivado y la fecha de adopción se ha aplazado hasta 2011 o 2012. Pero incluso eso puede ser un deseo ilusorio. Mientras tanto, los mercados financieros están inquietos por el déficit presupuestal del país y los rumores de una crisis seria.
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