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Las raíces del dominio de la derecha en Israel

JERUSALÉN – El último triunfo electoral de Binyamin Netanyahu, que le valió un quinto mandato como primer ministro de Israel, es por donde se lo mire un logro notable para él y para su partido, el derechista Likud. Parece que las graves acusaciones de corrupción no disminuyeron el apoyo de su base electoral, y es evidente que sus estrechas relaciones con el presidente estadounidense Donald Trump y con el presidente ruso Vladimir Putin realzaron su posición en el país.

Está claro que Trump colaboró con la campaña de Netanyahu echando a la basura décadas de políticas estadounidenses. No sólo retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, negociado por su predecesor, Barack Obama; también trasladó la embajada estadounidense a Jerusalén y (pocos días antes de la elección) reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

Muchos deplorarán las tácticas trumpianas de Netanyahu (alentar el miedo y el odio a enemigos reales e imaginarios, deslegitimar a la prensa y atacar al sistema judicial), pero funcionaron. Esto, y la innegable habilidad de Netanyahu para las campañas, lo ayudaron a contener el desafío que le presentó el nuevo partido Azul y Blanco encabezado por Benny Gantz, un ex jefe militar respetado pero políticamente inexperto.

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