

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
FLORENCIA – Volvamos a fines de los noventa. Tras una pausa de ocho décadas, la economía global se estaba reunificando. La apertura económica estaba a la orden del día. Se liberalizaban las finanzas. La naciente Internet pronto daría a cada persona del planeta acceso igualitario a la información. Se creaban nuevas instituciones internacionales para gestionar la cada vez mayor interdependencia. Nacía la Organización Mundial del Comercio. Se había firmado un acuerdo vinculante sobre el clima: el Protocolo de Kioto.
El mensaje era claro: la globalización no era una cuestión de liberalizar flujos de bienes, servicios y capital nada más, sino de establecer las reglas e instituciones necesarias para guiar a los mercados, fomentar la cooperación y suministrar bienes públicos globales.
Avancemos ahora a 2018. Pese a una década de conversaciones, las negociaciones globales sobre comercio iniciadas en 2001 no llegaron a ninguna parte. Internet se fragmentó y podría dividirse todavía más. El regionalismo financiero está en ascenso. El esfuerzo global para combatir el cambio climático depende de una colección de acuerdos no vinculantes, de los que Estados Unidos se retiró.
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