Para consolidar la recuperación de Europa

BRUSELAS – Durante mi viaje actual a Europa, me ha alentado la esperanza y profunda sensación de calma económica y financiera que ha llegado esta primavera. Al haberse reducido los diferenciales de riesgo, la crisis financiera de esa región ha quedado relegada a los libros de historia, por lo que está atrayendo de nuevo el interés de los inversores extranjeros. La confianza de los consumidores se está recuperando y las empresas vuelven a plantearse ampliaciones, si bien con prudencia. El crecimiento económico se ha reanudado y el desempleo, pese a seguir siendo alarmantemente elevado, ha dejado de aumentar en la mayoría de los países.

Resulta notable que todo ello esté ocurriendo en el marco de una importante crisis geopolítica en el Este, a raíz de lo que, como con razón señalóThe Financial Times, constituye “la primera anexión de territorio de un país europeo desde la segunda guerra mundial”. Igualmente inquietante es que la anexión de Crimea por parte de Rusia se haya producido con una facilidad asombrosa: de hecho, con un simple “plumazo”, como lo expresó el FT, y ni la Europa occidental ni los Estados Unidos pueden intentar siquiera constituir un contrapeso militar a las acciones de Rusia en Ucrania.

Sin embargo, en lugar de alterar su confianza y compostura en aumento, la crisis ucraniana ha sido un catalizador para una cooperación y una solidaridad política renovadas dentro de la Europa occidental. Además, ha fomentado unas relaciones más estrechas con los Estados Unidos en un momento en el que los dirigentes políticos afrontan los inevitables vientos de cara para concluir las históricas negociaciones sobre la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI), encaminada a intensificar los vínculos económicos de un modo coherente con un sistema multilateral reforzado.

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