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Contrarrestar las alteraciones estructurales

MILÁN – Las políticas comerciales y de desarrollo tecnológico casi siempre tienen consecuencias distributivas. Puede haber algunas excepciones en donde la implementación de una política genera ganancias o ninguna pérdida prácticamente para nadie -lo que los economistas llamarían eficiencia de Pareto-. Pero estas instancias son relativamente ocasionales. Se podría decir que, para los países en desarrollo en etapa temprana, el modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones que atrae mano de obra excedente a la fabricación en proceso de modernización, y a los sectores urbanos, se acerca bastante a este estándar. Pero, aún en esos casos, las ganancias no se distribuyen de manera equitativa, y la desigualdad de ingresos normalmente aumenta.

El impacto distributivo es la norma, al interior de los países y entre las fronteras nacionales. Los países en desarrollo exitosos experimentan un cambio estructural como parte del proceso de crecimiento. Los beneficios de largo plazo de la exposición a los mercados y a la inversión globales son muy grandes, e impulsan tanto el crecimiento como ajustes estructurales significativos en términos de empleos, capacidades y capital humano. Pero algunos sectores resultan, inevitablemente, perjudicados.

Para garantizar que las nuevas oportunidades económicas y las presiones no sobrecarguen la capacidad de adaptación de los países en desarrollo -particularmente la fuerza laboral-, los responsables de las políticas deberían gestionar el ritmo y la secuenciación del proceso de apertura en comercio, inversión y la cuenta de capital. Por ejemplo, si la creación de empleo neto -empleos creados menos empleos perdidos- resulta negativa, la apertura puede estar sucediendo demasiado rápido.  

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