WASHINGTON, DC – En las últimas décadas, millones de personas en el mundo árabe han sido sacadas de la extrema pobreza. Pero el progreso hoy corre el riesgo de desacelerarse, o inclusive de revertirse, debido a un círculo vicioso de fracaso económico y desorden violento. Para impedir este desenlace, los países árabes deben actuar con celeridad para construir una economía más sostenible, sustentada por una mayor creatividad y vitalidad del sector privado, mejores servicios públicos y la creación de bienes públicos regionales y globales.
El primer paso para lograr este objetivo es reconocer la escala y la naturaleza de las potenciales barreras para el éxito. Los países árabes hoy enfrentan un crecimiento general lento del PIB y restricciones fiscales cada vez más severas. Las disparidades en el acceso a la educación, la capacitación y la atención médica -en parte, un reflejo de esas limitaciones fiscales- exacerban la desigualdad ya en aumento.
Como hemos visto en la región, estas circunstancias pueden alimentar la polarización política y el conflicto violento, lo que trae aparejado desplazamiento, pérdida de vidas, destrucción de infraestructura y costos económicos espeluznantes. Si bien el desarrollo económico no es una garantía de paz, la falta de desarrollo sí contribuye, muchas veces, al extremismo y a la violencia, ya que la ira popular se combina con una pérdida de legitimidad institucional. La existencia de conflictos cercanos, que pueden tener efectos secundarios desestabilizadores, resalta el riesgo de una agitación.
WASHINGTON, DC – En las últimas décadas, millones de personas en el mundo árabe han sido sacadas de la extrema pobreza. Pero el progreso hoy corre el riesgo de desacelerarse, o inclusive de revertirse, debido a un círculo vicioso de fracaso económico y desorden violento. Para impedir este desenlace, los países árabes deben actuar con celeridad para construir una economía más sostenible, sustentada por una mayor creatividad y vitalidad del sector privado, mejores servicios públicos y la creación de bienes públicos regionales y globales.
El primer paso para lograr este objetivo es reconocer la escala y la naturaleza de las potenciales barreras para el éxito. Los países árabes hoy enfrentan un crecimiento general lento del PIB y restricciones fiscales cada vez más severas. Las disparidades en el acceso a la educación, la capacitación y la atención médica -en parte, un reflejo de esas limitaciones fiscales- exacerban la desigualdad ya en aumento.
Como hemos visto en la región, estas circunstancias pueden alimentar la polarización política y el conflicto violento, lo que trae aparejado desplazamiento, pérdida de vidas, destrucción de infraestructura y costos económicos espeluznantes. Si bien el desarrollo económico no es una garantía de paz, la falta de desarrollo sí contribuye, muchas veces, al extremismo y a la violencia, ya que la ira popular se combina con una pérdida de legitimidad institucional. La existencia de conflictos cercanos, que pueden tener efectos secundarios desestabilizadores, resalta el riesgo de una agitación.