LONDRES – La nueva gran divisoria en política, según Marine Le Pen, líder del partido francés de extrema derecha Frente Nacional, es entre los globalistas y los patriotas. El argumento es similar al que hacen los euroescépticos en el Reino Unido y el precandidato presidencial republicano Donald Trump en Estados Unidos. Pero es falso y peligroso a la vez.
También es un argumento que, a juzgar por los resultados de la segunda y definitiva vuelta de las elecciones regionales del 13 de diciembre, los votantes franceses (al menos) rechazan de plano. Dieron el 73% de sus votos a los rivales del Frente Nacional, que no consiguió ni una sola victoria.
Le Pen acusó a los partidos tradicionales de complotarse contra ella, y describió la cooperación entre sus rivales como un rechazo a la democracia. Su argumento es, por supuesto, el típico ejemplo de aquello de que las uvas estaban verdes; la razón de ser de los sistemas de segunda vuelta es obligar a los partidos y a sus simpatizantes a buscar consensos y formar alianzas. En tanto y en cuanto el Frente Nacional no encuentre un modo de hacerse de aliados, no conseguirá un avance electoral. (Lo mismo le ocurrirá probablemente a Trump.)
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While China was an early mover in regulating generative AI, it is also highly supportive of the technology and the companies developing it. Chinese AI firms might even have a competitive advantage over their American and European counterparts, which are facing strong regulatory headwinds and proliferating legal challenges.
thinks the rules governing generative artificial intelligence give domestic firms a competitive advantage.
After years in the political wilderness, the UK Labour Party is now far ahead in opinion polls, with sensible plans for improving the country's economic performance. But to translate promises into results, any future government will have to do something about the elephant in the room: chronic under-investment.
explains what it will take for any political party to restore hope in the country's long-term economic future.
LONDRES – La nueva gran divisoria en política, según Marine Le Pen, líder del partido francés de extrema derecha Frente Nacional, es entre los globalistas y los patriotas. El argumento es similar al que hacen los euroescépticos en el Reino Unido y el precandidato presidencial republicano Donald Trump en Estados Unidos. Pero es falso y peligroso a la vez.
También es un argumento que, a juzgar por los resultados de la segunda y definitiva vuelta de las elecciones regionales del 13 de diciembre, los votantes franceses (al menos) rechazan de plano. Dieron el 73% de sus votos a los rivales del Frente Nacional, que no consiguió ni una sola victoria.
Le Pen acusó a los partidos tradicionales de complotarse contra ella, y describió la cooperación entre sus rivales como un rechazo a la democracia. Su argumento es, por supuesto, el típico ejemplo de aquello de que las uvas estaban verdes; la razón de ser de los sistemas de segunda vuelta es obligar a los partidos y a sus simpatizantes a buscar consensos y formar alianzas. En tanto y en cuanto el Frente Nacional no encuentre un modo de hacerse de aliados, no conseguirá un avance electoral. (Lo mismo le ocurrirá probablemente a Trump.)
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