El destino del hombre/La esperanza del hombre

Desde hace ya algún tiempo (ciertamente desde los ataques terroristas en contra de los EU del 11 de septiembre de 2001, y antes, cuando veíamos por televisión las matanzas en Kosovo, Sarajevo, Srebrenica, Ruanda y el Congo) las noticias han estado saturadas con la guerra y los rumores sobre la guerra, con las muertes violentas y las amenazas de muertes violentas. Todo el mundo, en todas partes, está muy consciente del poder de nuestras armas. Desde los misiles con cabezas nucleares hasta los camiones llenos de fertilizante o los explosivos en la cintura, hemos utilizado nuestra tecnología para amplificar la parte oscura de nuestra naturaleza como especie violenta (y ni siquiera propiamente depredadora).

De ninguna manera quiero minimizar o descartar esta faceta de la historia de la humanidad y de los acontecimientos actuales. No quiero que nadie se olvide de que a lo largo de menos de la mitad de los años que formaron el siglo pasado (desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta la hambruna que siguió al “Gran Salto hacia Adelante” de Mao) los seres humanos mataron a aproximadamente una de cada diez personas en este planeta disparándoles, gaseándolas, apuñalándolas, quemándolas o privándolas de alimentos.

Pero eso no es todo. En efecto, los mataderos humanos del siglo veinte (e incluso los que varios están preparando actualmente) podrían no ser, desde la perspectiva del futuro, la parte más importante de nuestra experiencia y de nuestra condición, o de lo que nuestros descendientes consideren como su historia. Para ellos, las características más importantes de nuestra experiencia podrían ser:

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