Un momento decisivo para la Constitución de Europa

Irlanda se acerca al final de su Presidencia semestral de la Unión Europea. Lo más destacado fue el Día de las Bienvenidas, celebrado en Dublín el 1 de mayo para señalar la entrada de diez nuevos Estados miembros. Esa ampliación representó el fin definitivo de las enconadas divisiones de Europa en el siglo XX. De hecho, la ampliación fue la culminación de cincuenta años de labor por parte de la propia UE para cicatrizar las divisiones de Europa.

Ahora el imperativo de la UE es el de volver a centrarse en las prioridades de hoy y de mañana. Debe comunicarse mejor con sus ciudadanos, renovar el apoyo de éstos, al demostrar que, aunados, los europeos pueden fomentar el crecimiento y la creación de puestos de trabajo, luchar contra la delincuencia internacional y conseguir un medioambiente limpio. La Unión debe desempeñar un papel más activo en el mundo en sentido amplio, no para seguir intereses egoístas, sino para promover los valores universales sobre los que se fundó.

Por encima de todo, la Unión ampliada necesita un marco constitucional e institucional que cuadre con sus ambiciones. Durante treinta meses, los gobiernos y los diputados han estado trabajando en una nueva constitución para Europa. La Convención presidida por el ex presidente francés Valery Giscard d'Estaing preparó un borrador excepcional. La tarea de los gobiernos nacionales -mía y de mis colegas en el Consejo Europeo- es la de rematar esa labor. Esta semana nos reuniremos en Bruselas y nuestra prioridad primordial es la de lograr un acuerdo sobre la constitución.

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