Madonna y los niños de África

Normalmente Madonna aparece sólo en los titulares de los tabloides del mundo. Pero su adopción de un niño de Malawi cuya madre murió y cuyo padre campesino no podía alimentarlo ha llenado las páginas de opinión de los periódicos serios de todas partes. Su decisión ha llamado la atención sobre Malawi, lugar donde escasean los alimentos recurrentemente y donde hay hambrunas estacionales.

En Malawi y en otros lugares está en marcha un experimento decisivo que podría ayudar a aumentar la producción agrícola de tal manera que otros campesinos pobres no tengan que entregar a sus hijos en adopción. En los últimos años ha habido un gran cambio de actitud entre los gobiernos africanos con respecto a la importancia de la agricultura. Cuando impulsaron la industrialización a costa de la agricultura, los líderes africanos ignoraban rutinariamente a los campesinos comunes. Ahora están mostrando un nuevo respeto por los labradores de la tierra y se dan cuenta de que, para la gente común, la salida más rápida de la pobreza extrema es el aumento tanto de la producción agrícola como de los precios de las cosechas.

Sin embargo, lograr que los campesinos siembren los cultivos adecuados y en mayor cantidad se dice más fácil de lo que se hace. Los campesinos no tienen dinero para adquirir insumos cruciales como los fertilizantes. También les hacen falta las habilidades necesarias. Lamentablemente, los gobiernos africanos han fracasado rotundamente en enseñar mejores métodos a los campesinos.

Por ejemplo, una investigación confidencial llevada a cabo este año por el gobierno británico reveló que en Malawi, donde casi todo el mundo vive de la agricultura, “el servicio de divulgación agrícola se ha desplomado”, víctima de la misma ineptitud burocrática y de la corrupción mezquina que socava los servicios públicos en todo este país pobre.

El costo del fracaso del gobierno en apoyar a los campesinos se puede ver en los cuerpos atrofiados de los niños y en las dietas pobres de los adultos, incluso en un año en que Malawi está experimentando cosechas extraordinarias de maíz, el alimento básico del país. “¿Dónde vamos a obtener las proteínas?” pregunta Philere Nkhoma, asesora de los campesinos en Malawi. “Tomemos leche. Comamos carne. Comamos huevos”.

En la búsqueda de alimentos que contengan proteínas, Nkhoma está presionando a su grupo de aldeas, que representan mil hogares en total, a que empiecen a criar gallinas para tener huevos y carne; vacas para tener leche; y vegetales “exóticos” como la calabaza para tener vitaminas. A su actitud de sí se puede la iguala una energía extraordinaria. En un lapso de sólo tres semanas, visitó 96 aldeas para promover la cría de gallinas.

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Ciertamente, las ideas de Nkhoma sobre cómo transformar la vida de los campesinos en África no son nuevas. Durante décadas, los expertos han estado predicando la diversidad de los cultivos, la irrigación y mejores nutrientes para las tierras. Sin embargo, lo que faltado son divulgadores llenos de energía, rebosantes de orgullo en su gente y de pasión por enfoques nuevos. Nkhoma es una de las mejores asesoras de campesinos de primera línea en Malawi, razón por la que trabaja en la Aldea del Milenio del país, patrocinada por Naciones Unidas, una de tan sólo doce que existen en África.

La historia personal de Nkhoma refleja el viraje en el estatus de la agricultura en África. Ella forma parte de una nueva generación de africanos urbanos comprometidos con la integración de los campesinos y de los mercados –y dispuesta a ensuciarse las manos. “El campo es mi oficina”, dice. Después de trabajar durante más de diez años como asesora de agricultura del gobierno y de lograr poco, fue elegida por un donante extranjero para obtener una licenciatura en agricultura. Después de graduarse ingresó al Proyecto de las Aldeas del Milenio, que le da amplio espacio para innovar junto con recursos para poner en marcha sus planes inspirados.

“Si se tiene un divulgador con energía sólo se necesita cambiar la mentalidad de la gente”, dice. “Cuando eso pase, el cambio puede suceder muy rápido. Pero se deben tener los recursos, el apoyo. Si no se tienen los recursos de nada sirve todo el esfuerzo”.

Es ahí donde entran las Naciones Unidas y Jeffrey Sachs. Sachs ha recaudado aproximadamente 150 millones de dólares para las aldeas, cantidad suficiente para apoyarlas durante cinco años. Cada hogar del proyecto recibe aproximadamente 100 dólares al año en semillas, fertilizantes y otros apoyos. Sachs sabe que las donaciones a los campesinos garantizan ganancias en el corto plazo, pero está convencido de que los aldeanos africanos, una vez liberados de la “trampa de la pobreza”, pueden prosperar por sí mismos.

Nkhoma quiere que este sueño de los tecnócratas globales se convierta en realidad para sus paisanos malawíes. Reconoce que cualquier transformación duradera en la agricultura africana tendrá lugar no sólo aldea por aldea sino campesino por campesino. “Incluso si se le enseña a la gente en grupos, ellos experimentan sus problemas individualmente”, dice. “Entonces debo ayudarlos uno por uno”. La asistencia personal “consume tiempo”, admite, pero son los individuos quienes “hacen la diferencia”.

Lo mismo se aplica a los asesores como Nkhoma. Los campesinos africanos necesitan tecnologías mejoradas y un mayor acceso a los mercados agrícolas de Europa y de Estados Unidos. En lugar de más Madonnas, que en el brillo de la publicidad global salvan la vida de sólo un niño, África necesita más Nkhomas: animadores apasionados con un conocimiento local profundo y con la voluntad de trabajar junto con los campesinos en el campo para cultivar alimentos para todos los demás niños.

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