May and Merkel Leon Neal/Getty Images

Ciudadanos globales, huidores nacionales

CAMBRIDGE – El pasado mes de octubre, la primera ministra británica, Theresa May, sorprendió a muchos cuando desdeñó la idea de la ciudadanía global. “Si usted cree que es un ciudadano del mundo”, dijo, “usted es un ciudadano de ningún lugar”.

Su declaración fue recibida con escarnio y alarma en los medios financieros y entre los comentaristas liberales. “La forma más útil de ciudadanía en estos días”, un analista le sermoneó, “es una ciudadanía dedicada no sólo al bienestar de un distrito municipal en Berkshire, por ejemplo, sino una ciudadanía dedicada al planeta”. The Economist llamó a lo ocurrido un giro “iliberal”. Un académico la acusó de repudiar los valores de la Ilustración y advirtió que en su discurso se escuchaban “ecos de lo dicho en el año 1933”.

Yo sé cómo luce un “ciudadano global”: veo un espécimen perfecto cada vez que paso frente de un espejo. Yo crecí en un país, vivo en otro, y llevo los pasaportes de ambos. Escribo sobre economía global, y mi trabajo me lleva a lugares lejanos. Paso más tiempo viajando por otros países que en cualquier país que me reclame como su ciudadano.

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