4d02bb0146f86f480d671504_ms4467c.jpg

La vida sin Doha

BRASILIA - En un comentario reciente, me referí al Informe Provisional del Grupo de Alto Nivel de Expertos en Comercio, designado por los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania, Indonesia y Turquía, del que soy co-presidente, para explicar por qué era importante concluir la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio, iniciada hace diez años. La columna fue reproducida en un blog mantenido por CUTS International (Consumer Unity and Trust Society), la ONG sobre países en desarrollo más importante de la actualidad, dando lugar a un torrente de reacciones de los expertos en comercio. El debate sigue abierto, pero ya ha levantado críticas que deben ser contestadas.

Algunos críticos se apresuraron a declarar la muerte de Doha; de hecho, que ellos, con inteligencia y agudeza, ya lo habían dicho años atrás. Supuestamente, nuestro intento de resucitarla fue patético e inútil. Pero si Doha estaba muerta, cabía preguntarse por qué los negociadores seguían negociando y por qué casi todos los líderes del G-20 seguían manifestando su apoyo a las conversaciones cada vez que se reunían.

Otros argumentaron que se había negociado la muerte de Doha.  O, en palabras de la ex Representante de Comercio de EE.UU. Susan Schwab, en un artículo publicado en Foreign Affairs, las conversaciones de Doha estaban "condenadas" y listas para el entierro. Sin embargo, estos críticos pensaban que se podía recoger el cadáver y rescatar el "Plan B", aunque lo que se propuso en sus múltiples variantes - siempre una fracción menor del paquete negociado hasta la fecha - se debería haber denominado con mayor precisión como Plan Z.

https://prosyn.org/oXTlclpes