CAMBRIDGE – La pandemia de COVID‑19 modificó las actitudes hacia la salud pública, la política fiscal y el papel del Estado en la economía. Las demandas de una mayor resiliencia de las cadenas de suministro y autonomía estratégica en el desarrollo y la producción de medicamentos dieron lugar al concepto de «soberanía biotecnológica».
El presidente francés Emmanuel Macron, por ejemplo, anunció un ambicioso plan para que Francia produzca al menos veinte bioterapias nuevas de aquí a 2030. Con financiación del banco público de inversión francés, la iniciativa La French Care de su gobierno apunta a dar apoyo al ecosistema biotecnológico local y convertir a Francia en una «nación pionera en tecnología ARNm». Del mismo modo, muchos otros gobiernos (Países Bajos, el Reino Unido y otros) están apostando a su sector biotecnológico.
Este interés es bienvenido, pero ¿será suficiente? Como mostró la experiencia de la COVID, para conseguir autorización para un puñado de vacunas y terapias hay que hacer cientos de ensayos clínicos, para compuestos nuevos y ya existentes, y muchos de esos ensayos fracasan. La innovación médica es cara, y los costos y riesgos que trae aparejados suelen ser materia de incomprensión, tanto de parte de los funcionarios cuanto de la ciudadanía.
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Antara Haldar
advocates a radical rethink of development, explains what went right at the recent AI Safety Summit, highlights the economics discipline’s shortcomings, and more.
The prevailing narrative that frames Israel as a colonial power suppressing Palestinians’ struggle for statehood grossly oversimplifies a complicated conflict and inadvertently vindicates the region’s most oppressive regimes. Achieving a durable, lasting peace requires moving beyond such facile analogies.
rejects the facile moralism of those who view the ongoing war through the narrow lens of decolonization.
The far-right populist Geert Wilders’ election victory in the Netherlands reflects the same sentiment that powered Brexit and Donald Trump’s candidacy in 2016. But such outcomes could not happen without the cynicism displayed over the past few decades by traditional conservative parties.
shows what Geert Wilders has in common with other ultra-nationalist politicians, past and present.
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CAMBRIDGE – La pandemia de COVID‑19 modificó las actitudes hacia la salud pública, la política fiscal y el papel del Estado en la economía. Las demandas de una mayor resiliencia de las cadenas de suministro y autonomía estratégica en el desarrollo y la producción de medicamentos dieron lugar al concepto de «soberanía biotecnológica».
El presidente francés Emmanuel Macron, por ejemplo, anunció un ambicioso plan para que Francia produzca al menos veinte bioterapias nuevas de aquí a 2030. Con financiación del banco público de inversión francés, la iniciativa La French Care de su gobierno apunta a dar apoyo al ecosistema biotecnológico local y convertir a Francia en una «nación pionera en tecnología ARNm». Del mismo modo, muchos otros gobiernos (Países Bajos, el Reino Unido y otros) están apostando a su sector biotecnológico.
Este interés es bienvenido, pero ¿será suficiente? Como mostró la experiencia de la COVID, para conseguir autorización para un puñado de vacunas y terapias hay que hacer cientos de ensayos clínicos, para compuestos nuevos y ya existentes, y muchos de esos ensayos fracasan. La innovación médica es cara, y los costos y riesgos que trae aparejados suelen ser materia de incomprensión, tanto de parte de los funcionarios cuanto de la ciudadanía.
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